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La fotografía que ofrece el Índice de Soberanía Digital (DSI, por sus siglas en inglés) apunta a un patrón claro: donde hay más infraestructuras de colaboración autoalojadas —servidores en manos propias y software de código abierto operado de forma local— también hay más capacidad para decidir sobre datos, servicios y proveedores.
En la edición de 2025, Finlandia lidera con 64,

5 puntos, seguida de Alemania (53,85), mientras que Países Bajos (36,32) y Francia (25,1) completan el grupo de cabeza. España se sitúa en 7,01 puntos, por debajo de la media de la Unión Europea (16,3). Estados Unidos figura con 14,88 puntos. Estos valores expresan el número relativo de despliegues activos por cada 100.000 habitantes y permiten una comparación transversal entre países.
Según el informe Digital Sovereignty Index 2025, facilitado por Nextcloud y elaborado a partir de observaciones técnicas de servidores visibles en internet, las diferencias regionales son notables y persistentes.
Clasificación: liderazgo nórdico y brecha mediterránea
El ránking sitúa a Finlandia (64,5) por delante del resto con presencia amplia en casi todas las categorías medidas. Alemania (53,85) ocupa el segundo lugar, con especial fortaleza en almacenamiento de datos y herramientas de comunicación. A partir de ahí, el descenso es pronunciado: Países Bajos (36,32) baja un escalón neto respecto a Alemania, Francia (25,1) se acerca más a la media de la UE que al grupo de cabeza, e Islandia (22,58) cierra el top cinco.
En el tramo medio aparecen Luxemburgo (17,72), Letonia (16,63), Lituania (16,10) y Canadá (14,94), con Estados Unidos (14,88) ligeramente por debajo de la media europea. Suecia (14,27) y Hungría (13,38) mantienen cifras discretas. En el segmento bajo, España (7,01) y Italia (6,49) muestran una adopción reducida de soluciones autoalojadas, mientras que Dinamarca (6,50) y Noruega (6,35) también quedan lejos de los valores finlandeses. Entre los últimos, el índice recoge puntuaciones de un solo dígito en países de distintas regiones, con brechas acusadas entre economías de tamaño comparable.
Metodología DSI: qué mide y qué no mide
El DSI cuantifica despliegues autoalojados de herramientas de colaboración y productividad —principalmente de código abierto— detectables públicamente. La base empírica procede de Shodan, un buscador que indexa servicios y aplicaciones accesibles en la red. Para cada producto seleccionado, se identifican patrones técnicos (en HTML o metadatos) asociados a direcciones IP de un país; los recuentos se normalizan por población (instancias por cada 100.000 habitantes) y por herramienta, y después se agregan por categorías y en un índice global.
El resultado no estima usuarios ni volumen de datos, sino presencia relativa de servidores visibles. El informe advierte de limitaciones: instalaciones detrás de proxys o cortafuegos pueden quedar fuera; algunos servicios son más difíciles de identificar; y el número de servidores no refleja por sí mismo el tamaño de cada despliegue ni su titularidad.
En suma, el DSI ofrece una comparativa de infraestructura observable. No pretende medir la soberanía digital en su totalidad, pero apunta dónde hay tejido técnico desplegado y qué países acumulan más prácticas de autoalojamiento.
Resultados por categoría: comunicación, datos y groupware
Las categorías del DSI integran piezas clave del puesto de trabajo digital:
- Comunicación (chats y videollamadas): Finlandia encabeza con 83,7 puntos, seguida por Alemania (60,8) e Islandia (29,8). Productos como Matrix/Element, Jitsi o BigBlueButton marcan el pulso en esta familia.
- Almacenamiento de archivos y colaboración: Alemania se sitúa en cabeza con 67,2 puntos, por delante de Finlandia (54,9) y Suiza (37,4). Plataformas como Nextcloud, Seafile o CryptPad conforman este bloque.
- Groupware (correo, calendarios, contactos): Finlandia (54), Alemania (50,4) y Austria (34,9) lideran la tabla, con soluciones como Mailcow, SOGo, Zimbra o la propia suite de groupware de Nextcloud.
- Gestión de proyectos: Finlandia (86,9), Alemania (58,5) y Países Bajos (38,6) encabezan la categoría, con presencia de OpenProject, Redmine, Taiga o XWiki.
- Tecnologías de alojamiento: Finlandia (49,6), Alemania (47,8) y Países Bajos (46,0) muestran alta densidad de herramientas de administración como Proxmox, Portainer, Webmin, Plesk o soluciones NAS/hipervisores.
Esta pauta sugiere que, en los países líderes, el paquete básico de oficina (comunicación, ficheros, agenda y proyectos) se sostiene en mayor medida con software operado por los propios usuarios y organizaciones.
España: señales para la empresa y la administración
Los 7,01 puntos de España sitúan el mercado local por debajo de la media de la UE. Para empresas tecnológicas y departamentos de sistemas, el dato no indica ausencia de capacidades, sino una adopción relativa menor de despliegues autoalojados detectables. La consecuencia práctica es doble:
- Dependencias de proveedor: una menor densidad de servidores propios suele correlacionar con mayor consumo de suites integradas en nube pública y, por tanto, con bloqueos de cambio más robustos.
- Costes y control: la externalización simplifica operación y escalado, pero condiciona gobernanza de datos, negociación contractual y márgenes para reversibilidad o interoperabilidad.
Para el sector público, el informe destaca la distancia entre discurso y práctica en algunos países y cita decisiones de infraestructura que priorizan nubes de terceros en servicios sensibles. En términos de política tecnológica, esto apunta a revisar especificaciones de contratación, cláusulas de portabilidad de datos y requisitos de estándares abiertos como herramientas para modular la dependencia.
Lecciones del liderazgo finlandés y alemán
La consistencia finlandesa se observa en casi todas las familias del índice, desde ficheros a groupware. En Alemania, el equilibrio entre comunicación y almacenamiento genera un perfil robusto en la capa colaborativa. En ambos casos, la señal para el tejido empresarial es que existe un ecosistema operativo de herramientas listas para producción, con proveedores de servicios profesionales capaces de integrar, mantener y securizar despliegues. El DSI también anota que, pese a la dependencia conocida de la administración de soluciones corporativas de gran escala, ciudadanos y organizaciones tienden a elegir opciones soberanas a nivel de servidor en el uso cotidiano.
Para qué sirve el DSI a la dirección tecnológica
A la hora de planificar carteras de aplicaciones y contratos de nube, el DSI funciona como indicador de mercado: señala dónde hay masa crítica de comunidades y proveedores trabajando con determinadas pilas de software. No prescribe una arquitectura única ni resuelve cuestiones de cumplimiento por sí solo; sí ayuda a fijar prioridades de evaluación:
- Mapear funciones críticas (correo, videoconferencia, gestión documental, directorio) y decidir qué módulos se externalizan y cuáles se operan en propio.
- Evaluar estándares abiertos (protocolos, formatos, APIs) que faciliten sustitución pieza a pieza y eviten clausuras tecnológicas.
- Diseñar planes de salida contractuales en nubes públicas, con exportación íntegra de datos y metadatos.
- Capacitar equipos en administración de servicios autoalojados y automatización (contenedores, orquestación, observabilidad).
- Presupuestar TCO comparativo: licencias y consumo en nube vs. operación de instancias locales o en centros de datos soberanos.
Políticas públicas: contratación, servicios compartidos y estándares
Para administraciones centrales y autonómicas, el DSI sugiere revisar tres palancas:
- Pliegos de contratación: exigir interoperabilidad, portabilidad y auditoría; favorecer formatos y APIs documentados; incorporar requisitos de publicación de esquemas y metadatos.
- Servicios comunes: impulsar plataformas compartidas (correo, calendario, repositorios de documentos) autoalojadas con soporte profesional externo cuando sea necesario, y gestión unificada de identidades.
- Catálogo de componentes: mantener un catálogo de productos homologados —comerciales y de código abierto— con guías de referencia para despliegue seguro, incluyendo cifrado, registro de eventos y recuperación.
El objetivo no es excluir a proveedores privados, sino alinear incentivos para que presten servicios en torno a arquitecturas sustituibles y reversibles.
Lectura crítica: límites y cautelas
El DSI refleja servidores visibles. No contempla despliegues detrás de proxys, ni instalaciones donde los encabezados o firmas de software están ofuscados. Tampoco diferencia entre un servidor pequeño y un clúster extenso, ni distingue si lo opera un particular, una pyme o una agencia pública. Estas limitaciones no invalidan el índice, pero obligan a contextualizar: se trata de una proxi de práctica real de autoalojamiento, útil para comparar tendencias relativas, no para certificar soberanía integral.
Qué pueden hacer hoy las organizaciones españolas
Inventariar dependencias: listar servicios críticos, proveedores y contratos; identificar puntos de fricción para migración o coexistencia.
- Pilotos de autoalojamiento: seleccionar dos o tres servicios de bajo riesgo (p. ej., gestión de proyectos, wiki, repositorio de archivos no sensibles) y validar operación con SLA internos.
- Modelo híbrido: combinar nube pública para cargas elásticas con instancias propias para datos sujetos a residencia o confidencialidad reforzada.
- Gobernanza de datos: adoptar catálogos de activos, clasificación por sensibilidad y políticas de retención; exigir trazabilidad de accesos.
- Formación: reforzar capacidades en contenedores, orquestadores y seguridad de aplicaciones; fomentar comunidades internas de práctica.
Seguimiento y métrica: de la fotografía al tablero de control
Para convertir el DSI en herramienta de gestión, resulta útil complementar la fotografía comparativa con KPIs internos: porcentaje de servicios con alternativa autoalojada evaluada, tiempo de reversibilidad en contratos de nube, porcentaje de datos en formatos abiertos, número de integraciones con APIs documentadas. La combinación de indicadores exógenos (como el DSI) y endógenos (gobernanza, habilidades, contratos) ofrece a los equipos directivos un cuadro más accionable.
Editor en La Ecuación Digital. Analista y divulgador tecnológico con más de 30 años de experiencia en el estudio del impacto de la tecnología en la empresa y la economía.
