Madrid acogió el 23 de ooctubre el Foro Iberoamericano de Innovación y Tecnología , un encuentro que reunió a cerca de 200 representantes del ecosistema empresarial, institucional y tecnológico de ambos lados del Atlántico. Organizado por Stratesys, la CEOE y el Consejo de Empresarios Iberoamericanos (CEIB), el evento sirvió como punto de partida para articular un hub tecnológico entre Europa y América Latina, una idea que, aunque no es nueva, cobra fuerza en el actual contexto geopolítico y económico.
La jornada fue inaugurada por Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, y Ramón Montané, CEO de Stratesys, quienes coincidieron en la necesidad de fortalecer la cooperación tecnológica entre continentes. Según los organizadores, el foro buscó no solo visibilizar oportunidades, sino también alinear voluntades entre empresas, gobiernos y organismos multilaterales para construir una arquitectura común de innovación sostenible.
Entre los asistentes figuraron directivos de compañías con fuerte implantación en la región, como Telefónica, Repsol, Iberdrola, BBVA o ArcelorMittal, junto a representantes institucionales de la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid, la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE). La presencia de actores tan diversos reflejó una idea que sobrevoló todo el encuentro: el desarrollo tecnológico ya no es solo una cuestión empresarial, sino también geoestratégica.
Tecnología y poder en el nuevo tablero global
Uno de los momentos más destacados del foro fue la conversación entre Joey Meugniot, asesor político en defensa y tecnología, y José Ignacio Torreblanca, del European Council on Foreign Relations. Ambos abordaron el papel de la tecnología en la redefinición de las relaciones internacionales. Meugniot subrayó que «la soberanía tecnológica ya no es una opción, sino una necesidad». Torreblanca, por su parte, apuntó que «Europa y América Latina comparten intereses estratégicos que pueden traducirse en capacidades tecnológicas compartidas».
Aunque la cooperación transatlántica en innovación no es nueva, lo que sí ha cambiado es el contexto. La fragmentación de las cadenas de suministro, la presión regulatoria en torno a la inteligencia artificial y la transición energética están empujando a gobiernos y empresas a repensar sus alianzas. En este sentido, el foro funcionó como espacio de diagnóstico, pero también de propuesta.
Un hub tecnológico con vocación multilateral
El concepto de hub tecnológico entre Europa y América Latina fue abordado en varias mesas redondas. Más allá del término, que puede sonar abstracto, los ponentes coincidieron en que se trata de construir una red de colaboración estructurada, con nodos en ambos continentes, que permita compartir talento, infraestructuras y conocimiento.
La innovación abierta fue uno de los ejes recurrentes. Directivos de sectores como energía, banca, telecomunicaciones o industria coincidieron en que los modelos colaborativos —entre empresas, universidades y administraciones— están permitiendo acelerar la digitalización y mejorar la productividad. Sin embargo, también se señalaron obstáculos: desde la falta de interoperabilidad regulatoria hasta las asimetrías en inversión en I+D entre países.
En este punto, las llamadas «multilatinas» —empresas con operaciones en varios países de América Latina— fueron identificadas como actores clave. Su conocimiento del terreno y su capacidad de adaptación las posiciona como puentes naturales entre regiones. En contraste, algunas voces alertaron del riesgo de que la cooperación quede en manos de grandes corporaciones, sin una estrategia común que incluya a pymes y startups.
La digitalización de lo público, asignatura pendiente
Otro de los bloques del foro se centró en los desafíos que enfrenta la administración pública en su transformación digital. Representantes de gobiernos locales y autonómicos compartieron experiencias sobre cómo están abordando la modernización de sus servicios, aunque también reconocieron barreras estructurales: desde la rigidez normativa hasta la escasez de perfiles técnicos en el sector público.
La colaboración público-privada fue planteada como una vía para superar estas limitaciones. No obstante, varios participantes advirtieron que no basta con externalizar servicios tecnológicos. “La administración necesita desarrollar capacidades internas para liderar sus propios procesos de innovación”, señaló uno de los ponentes.
En este sentido, el foro sirvió para visibilizar una tensión latente: mientras las empresas avanzan en la automatización y el uso de inteligencia artificial, muchas administraciones aún operan con sistemas heredados y procesos manuales. Esta brecha no solo afecta a la eficiencia, sino también a la confianza ciudadana en lo digital.
Más allá del evento: ¿y ahora qué?
Aunque el foro no concluyó con una hoja de ruta formal, sí dejó sobre la mesa una serie de prioridades compartidas. La necesidad de crear marcos regulatorios compatibles, invertir en formación tecnológica y fomentar la interoperabilidad digital fueron algunas de las propuestas más repetidas.
Antonio Garamendi resumió el espíritu del encuentro al afirmar que “Europa y América Latina comparten una misma visión de progreso sostenible basada en el conocimiento y la digitalización”. Ramón Montané, desde Stratesys, insistió en que el foro “confirma nuestra firme apuesta por contribuir en la construcción de un hub Europa-América que impulse la innovación y el desarrollo tecnológico”.
Sin embargo, la materialización de este hub dependerá de algo más que declaraciones. Requiere voluntad política, inversión sostenida y una gobernanza que articule los intereses de actores muy distintos. La oportunidad está ahí. Lo que falta, como tantas veces, es convertir el consenso en acción coordinada.
