El aumento del riesgo de apagones generalizados en España ha encendido las alarmas entre empresas y operadores de sectores críticos. Más allá del corte eléctrico, lo que está en juego es la capacidad de seguir operando en un entorno donde la conectividad digital lo es todo.
Red Eléctrica advirtió el pasado 9 de octubre de un problema persistente en el control de tensión de la red, que podría derivar en cortes generalizados de suministro sin previo aviso. La advertencia no solo remueve el recuerdo reciente de interrupciones masivas, sino que también ha puesto en evidencia una fragilidad estructural que muchas organizaciones no han resuelto del todo: la dependencia total de las redes de comunicación convencionales.
Mientras el sector energético enfoca sus esfuerzos en estabilizar la red, empresas de logística, comercio, sanidad e industria empiezan a adoptar medidas de contingencia para no quedar aisladas digitalmente en caso de un apagón prolongado. Y es que, aunque muchas cuentan ya con sistemas de respaldo eléctrico, el problema, según subrayan operadores como Serenae, está en otro lugar.
Cuando la luz vuelve, pero la red no
El error común, señalan desde la empresa española especializada en comunicaciones satelitales, es pensar que tener un generador o un sistema SAI garantiza continuidad operativa. En realidad, estos sistemas permiten mantener encendidos los equipos, pero no aseguran conexión con el exterior. Y sin red, la mayoría de las actividades se paralizan.
La infraestructura que soporta la conectividad tradicional, desde estaciones móviles hasta centrales de fibra, también necesita energía para funcionar. En caso de apagón general, estas infraestructuras se ven afectadas igual o incluso antes que las propias instalaciones empresariales. El resultado es un doble aislamiento: físico y digital.
“El problema no es solo quedarse sin Internet. Es quedarse sin facturar, sin producir, sin atender urgencias o sin poder garantizar la trazabilidad de una cadena de suministro”, resume Rodrigo Ladrón de Guevara, CEO de Serenae. Lo que propone su compañía, al igual que otros operadores emergentes en este nicho, es una capa adicional de conectividad que no dependa del sistema terrestre: satélite.
Conexión garantizada incluso sin red eléctrica
La conectividad satelital profesional no depende de tendidos de fibra ni de torres móviles. Combinada con una fuente de energía de respaldo, permite mantener operativa una red de comunicaciones incluso en situaciones extremas. A diferencia de las soluciones residenciales, los sistemas empresariales incluyen routers de acceso directo al satélite, antenas de seguimiento y compatibilidad con las principales plataformas de conectividad empresarial.
Lo relevante no es solo la tecnología en sí, sino su relación coste-beneficio. Según Serenae, mantener operativa una empresa ante un apagón cuesta unas decenas de euros al mes en conectividad. Una cifra modesta frente a las pérdidas potenciales: desde supermercados que no pueden cobrar, hasta clínicas sin acceso a historiales o sistemas de telemedicina fuera de servicio.
“Cada hora sin conexión puede representar pérdidas de miles de euros, y eso sin contar el impacto en la imagen y en la relación con proveedores y clientes”, apunta Ladrón de Guevara.
Sectores que no pueden permitirse parar
En los últimos meses, Serenae ha desplegado soluciones de respaldo satelital en compañías de logística, cadenas de supermercados, centros médicos rurales y operadores agroindustriales. La demanda se concentra en sectores donde el tiempo de inactividad tiene un impacto inmediato y elevado.
Uno de los focos más activos es el sanitario. En colaboración con Comitas eHealth, se han implementado nodos de conectividad satelital en residencias de mayores y consultorios médicos rurales. En estos entornos, donde la conectividad ya es frágil en condiciones normales, un apagón puede implicar la interrupción de servicios críticos de atención o monitorización remota.
En el ámbito industrial, la prioridad no es tanto la comunicación interpersonal como la continuidad de sistemas SCADA, sensores IoT y plataformas de automatización que dependen de una red estable. Sin conexión, muchas de estas instalaciones no pueden operar ni siquiera en modo manual.
Incluso algunas administraciones públicas y servicios de emergencia están incorporando conectividad satelital en sus planes de contingencia. Más allá del apagón eléctrico, el riesgo climático y las catástrofes naturales también están impulsando una reflexión sobre la resiliencia digital.
Continuidad operativa: del “backup” a la estrategia
Hasta ahora, hablar de respaldo tecnológico era hablar de copias de seguridad y generadores. Hoy, el foco se ha desplazado a un concepto más amplio: continuidad operativa. La clave ya no está en recuperar lo perdido, sino en no interrumpir el servicio.
Este cambio de enfoque está llevando a muchas organizaciones a reconsiderar sus prioridades tecnológicas. La inversión en conectividad satelital, que hasta hace poco se percibía como costosa o reservada para usos extremos, empieza a consolidarse como una opción estratégica, al mismo nivel que la ciberseguridad o la redundancia de servidores.
“El apagón general ya no es una posibilidad remota. Es una variable real con impacto directo en la cuenta de resultados”, subraya el CEO de Serenae. “Las empresas que entienden esto están protegiendo su continuidad antes de que ocurra el fallo. Las que no, están apostando por la suerte”.
Una infraestructura paralela, pero accesible
Lo que está en juego no es solo la operatividad de las empresas, sino el mantenimiento de servicios esenciales para la sociedad. La conectividad satelital, por su naturaleza independiente de la red terrestre, está adquiriendo un papel que hasta ahora no se le había atribuido en el entorno empresarial: el de infraestructura crítica.
A diferencia de otras infraestructuras redundantes, que requieren obras, permisos o grandes inversiones, los sistemas satelitales pueden desplegarse en cuestión de horas y con costes asumibles incluso para pymes. Un argumento que explica por qué esta tecnología, tradicionalmente asociada al sector aeroespacial o militar, está entrando de lleno en el tejido empresarial más amplio.
La pregunta ya no es si vale la pena tener un sistema de respaldo satelital. Es si las empresas pueden permitirse no tenerlo.
