Editor en La Ecuación Digital. Analista y divulgador tecnológico con…
El 24 de noviembre, Donald Trump firmó una orden ejecutiva que crea la Misión Génesis, definida oficialmente como un esfuerzo nacional para acelerar el uso de la inteligencia artificial en descubrimientos científicos transformadores. La iniciativa se articula como un programa de Estado, no como una línea más de financiación: concentra competencias, datos y supercomputación bajo el paraguas del Departamento de Energía de Estados Unidos (DOE).
Según la Casa Blanca, el proyecto aspira a algo comparable en ambición a la Segunda Guerra Mundial y la carrera espacial: tomar décadas de datos científicos federales, unirlos con los superordenadores de los 17 laboratorios nacionales y utilizarlos para entrenar modelos fundacionales y agentes de IA capaces de diseñar experimentos, automatizar laboratorios y proponer nuevos materiales, fármacos o diseños de reactores.
Al frente de la operación queda el DOE, con un papel de coordinación política para el Asistente del Presidente para Ciencia y Tecnología (APST). El subsecretario de Ciencia, el español Darío Gil, ha sido designado director de la Misión Génesis, lo que lo convierte en la figura operativa clave en la interlocución con laboratorios, industria y universidades.
¿Qué es la Misión Génesis y qué persigue?
La orden ejecutiva establece la Misión Génesis como un esfuerzo nacional para aplicar IA a los grandes retos de la ciencia y la tecnología de importancia nacional. Traducido a una agenda concreta, el proyecto persigue varios objetivos simultáneos:
- Construir una plataforma unificada de IA y datos científicos para toda la Administración federal.
- Doblar la productividad e impacto de la ciencia y la ingeniería estadounidenses en una década.
- Acelerar descubrimientos en energía, materiales, salud, biotecnología y seguridad nacional.
- Reforzar la posición de Estados Unidos en la carrera global por la IA frente a China y otros actores.
La Casa Blanca presenta la Misión Génesis como la mayor movilización de recursos científicos federales desde el programa Apolo, con un componente explícito de competitividad geopolítica. La iniciativa se apoya, además, en la America’s AI Action Plan, una agenda que reorienta regulaciones y gasto federal para priorizar infraestructuras de IA, datos y formación de talento.
No se trata solo de financiar proyectos de investigación, sino de reconfigurar la infraestructura científica del Estado en torno a una capa de IA común: un “sistema operativo” para la ciencia estadounidense, sobre el que puedan trabajar tanto agencias federales como empresas y universidades bajo condiciones específicas de acceso.
La American Science and Security Platform: el corazón técnico de la Misión Génesis
El instrumento principal de la misión es la American Science and Security Platform, una infraestructura digital que concentra seis tipos de recursos, todos ellos gestionados desde el DOE:
Supercomputación y nube de alto rendimiento
La plataforma agregará superordenadores de los laboratorios nacionales y entornos de computación en la nube “seguros” para entrenar modelos de gran escala, ejecutar simulaciones intensivas y servir inferencia a gran volumen. La Administración prevé apoyarse en alianzas con fabricantes y proveedores como Nvidia, Dell, HPE o AMD para ampliar la capacidad de cómputo disponible.
Frameworks de modelado y agentes de IA
Se anuncia el desarrollo de agentes capaces de explorar espacios de diseño, evaluar resultados experimentales y automatizar flujos de trabajo en laboratorios, desde síntesis de compuestos hasta optimización de geometrías en ingeniería. El objetivo es que la IA participe no solo en el análisis de datos, sino en la generación de nuevas hipótesis científicas.
Herramientas de simulación y diseño
La plataforma integrará modelos predictivos y de simulación para energía, física de materiales, dinámica de plasmas, clima o biología estructural, entre otros. La promesa, repetida en distintos documentos, es recortar ciclos de investigación de años a meses, incluso semanas, especialmente en ámbitos como la fusión o el diseño de fármacos.
Modelos fundacionales científicos
La Misión Génesis quiere desarrollar modelos fundacionales específicos de dominio entrenados sobre datos experimentales y simulaciones del sector público, complementados con datos de socios privados y académicos, cuando la ley lo permita. Se busca ir más allá del modelo generalista tipo chatbot hacia modelos ajustados a biología, materiales, energía o clima.
Acceso seguro a datos científicos federales
El DOE debe identificar en 90 días los recursos de cómputo y, en 120 días, los conjuntos de datos iniciales: digitalizados, estandarizados y trazables (metadatos, procedencia, controles de calidad). Después, la plataforma integrará datos de otros organismos, universidades y empresas bajo un régimen estricto de clasificación, privacidad e propiedad intelectual.
Laboratorios robóticos y producción avanzada
En un plazo de 240 días, el DOE revisará las capacidades de laboratorios nacionales y otras instalaciones federales para operar laboratorios robóticos y cadenas de producción pilotadas por IA. La idea es que los modelos no solo simulen, sino que lancen experimentos reales y ajusten parámetros en tiempo casi real, cerrando el bucle entre datos, modelo y laboratorio.
El diseño enfatiza la seguridad: la platforma debe cumplir estándares federales de ciberseguridad, control de la cadena de suministro y protección de datos sensibles, especialmente en ámbitos con implicaciones militares o de control de exportaciones.
Retos científicos prioritarios: de la fusión a los semiconductores
La orden ejecutiva obliga al DOE a elaborar, en 60 días, una lista inicial de al menos 20 retos científicos y tecnológicos de importancia nacional que puedan beneficiarse de la Misión Génesis. Esa lista abarcará, como mínimo, seis ámbitos que la Administración ya ha señalado como prioritarios:
- fabricación avanzada;
- biotecnología;
- materiales críticos;
- energía nuclear de fisión y de fusión;
- ciencia de la información cuántica;
- semiconductores y microelectrónica.
A partir de esa propuesta, el APST, a través del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (NSTC), coordinará con otras agencias federales una lista ampliada, que funcionará como cartera inicial de desafíos de la Misión Génesis. La lista se revisará anualmente para incorporar avances, nuevas necesidades estratégicas y prioridades políticas del gobierno de turno.
En la práctica, esto significa que sectores como la energía de fusión, las baterías de nueva generación, los chips avanzados o la biología computacional podrían ver un aumento significativo de recursos de cómputo, datos y atención política, siempre que sus proyectos se alineen con estos retos nacionales.
Gobernanza, datos e incentivos para el sector privado
Más allá de la tecnología, la Misión Génesis reorganiza la gobernanza de la ciencia pública estadounidense en torno a la IA. El APST utilizará el NSTC, junto con el Consejo Federal de Chief Data Officers y el Consejo de Chief AI Officers, para alinear programas de IA, datasets e infraestructuras de distintas agencias, reduciendo duplicidades y fomentando interoperabilidad.
La orden plantea varios mecanismos clave:
- Integración de datos e infraestructuras: se fijará un proceso y un plan de recursos para conectar infraestructuras y datos de distintas agencias en la plataforma del DOE, sujeto a presupuestos y legislación vigente.
- Convocatorias coordinadas y premios: se prevén convocatorias de financiación o competiciones de premios entre agencias para incentivar la participación privada en investigaciones científicas guiadas por IA.
- Programas de talento: se lanzarán programas competitivos de becas, prácticas y aprendizajes centrados en IA aplicada a los retos de la misión, con estancias en laboratorios nacionales y otros centros federales.
El DOE, junto con el APST y el asesor especial para IA y criptoactivos, deberá establecer marcos estandarizados de colaboración con socios externos: acuerdos de I+D cooperativa, contratos de uso de datos, esquemas de compartición de modelos y políticas claras sobre propiedad intelectual, licencias y secretos industriales derivados de experimentos dirigidos por IA.
Uno de los aspectos más sensibles será el acceso de actores no federales a datasets, modelos y entornos de cómputo. La orden exige procesos de gestión de datos y estándares de ciberseguridad homogéneos, así como procedimientos estrictos de evaluación y autorización de usuarios, incluyendo cumplimiento con requisitos de clasificación, privacidad y control de exportaciones.
Energía, costes y la cara menos visible de la IA
La Misión Génesis se lanza en un momento en que el consumo energético de la IA ya genera preocupación por su impacto en redes eléctricas y precios. Paradójicamente, el gobierno estadounidense argumenta que la misión ayudará a contener los costes energéticos, utilizando la propia IA para optimizar la red eléctrica y aumentar la oferta de generación.
El secretario de Energía, Chris Wright, ha planteado como “meta última” estabilizar primero y reducir después el precio de la electricidad, apoyándose en modelos que mejoren la eficiencia de la red y aceleren el despliegue de nuevas tecnologías de generación. Sin embargo, el despliegue masivo de nuevos centros de datos y supercomputadores asociados a la Misión Génesis puede tensar aún más la demanda eléctrica a corto plazo, especialmente en estados con redes ya saturadas.
Esta tensión entre promesa de eficiencia futura y carga energética inmediata será un elemento crítico a vigilar por reguladores estatales y operadores de red. Para Europa, donde el debate sobre la huella climática de la IA es intenso y el precio de la energía sigue siendo un factor estratégico, el enfoque estadounidense ofrece un contraste claro: priorizar competitividad y volumen de cómputo, confiando en que la tecnología acabará compensando el incremento inicial de consumo.
Carrera global por la IA y contraste regulatorio con Europa
La Misión Génesis no nace en el vacío. El mismo año, la Administración Trump ha derogado una orden ejecutiva de la etapa Biden orientada a seguridad y evaluación de riesgos de la IA, sustituyéndola por un enfoque centrado en dominio tecnológico, reducción de cargas regulatorias y exportación de tecnologías completas de IA a aliados.
Mientras tanto, la Unión Europea se encamina a desplegar el AI Act, un marco que clasifica usos de IA por niveles de riesgo y que impondrá obligaciones significativas de transparencia, evaluación y gobernanza a proveedores y usuarios de sistemas avanzados. En paralelo, programas como EuroHPC, GAIA-X o distintas iniciativas nacionales tratan de construir su propia capacidad de supercomputación y gestión de datos, pero con una lógica más distribuida y fuertemente condicionada por la regulación.
La Misión Génesis, por contraste, centraliza recursos científicos federales bajo una autoridad ejecutiva fuerte, con un foco explícito en seguridad nacional, productividad y liderazgo comercial. Para empresas europeas, incluida España, esto crea un entorno dual: por un lado, un mercado potencialmente atractivo de colaboración científico-industrial en Estados Unidos; por otro, un entorno regulatorio doméstico más restrictivo, que puede limitar ciertas aplicaciones o exigir adaptaciones específicas.
En conjunto, la Misión Génesis consolida una dirección clara: Estados Unidos pretende que la IA deje de ser únicamente una industria en sí misma para convertirse en infraestructura base de toda su política científica, energética y de seguridad. Queda por ver si la ejecución acompaña a la ambición y cómo se gestionan las tensiones entre apertura científica, seguridad, consumo energético y competencia global.
Editor en La Ecuación Digital. Analista y divulgador tecnológico con más de 30 años de experiencia en el estudio del impacto de la tecnología en la empresa y la economía.
