La inteligencia artificial no solo está redefiniendo sectores productivos, sino también el modo en que las organizaciones entienden su papel en la sociedad. En un intento por reconectar la tecnología con su dimensión ética y cultural, la consultora tecnológica Qaracter celebró el pasado 10 de diciembre el Quijote Day, un foro que reunió a expertos, académicos y líderes empresariales en El Toboso, localidad manchega con resonancias literarias.
El evento, más cercano a un manifiesto que a una jornada corporativa, giró en torno a una idea que gana peso en los círculos de innovación: la necesidad de un nuevo humanismo tecnológico. No se trató de una consigna abstracta. Qaracter aprovechó el encuentro para presentar su hoja de ruta en inteligencia artificial responsable, basada en su marco de ‘Inteligencia Híbrida’, que combina capacidades humanas y algorítmicas con criterios de valor social.
Según la compañía, el 70 % de sus proyectos de IA serán auditados bajo parámetros éticos —transparencia, privacidad, sesgos y aportación humana— y se formará a 500 profesionales en colaboración con Nexora, mediante micro-certificaciones y programas ejecutivos. La estrategia se completa con diez pilotos sectoriales en ámbitos como salud, educación, energía o banca, de los cuales tres aspiran a convertirse en soluciones replicables.
La elección de El Toboso no fue casual. Más allá del simbolismo cervantino, el lugar sirvió como recordatorio de que el pensamiento crítico y la imaginación —representados por el Quijote— siguen siendo herramientas necesarias para cuestionar los límites del progreso. En palabras de José Manuel Casado, presidente de Qaracter, «el progreso no consiste en sustituir al ser humano, sino en elevarlo».
El encuentro también sirvió de escaparate para VALE, un proyecto desarrollado junto a Bodegas Campo de Dulcinea que ilustra cómo la IA puede integrarse en experiencias culturales sin diluir su esencia. VALE es un vino inteligente que incorpora una ‘Inteligencia Sensorial Integrada’ capaz de personalizar recomendaciones, aprender del gusto del usuario y sugerir maridajes emocionales. La propuesta incluye incluso una huella vibracional del viñedo, visible en la app, que convierte datos agronómicos en una firma sensorial única.
Aunque pueda parecer anecdótico, el caso de VALE plantea preguntas de fondo sobre el papel de la IA en sectores tradicionalmente ajenos a la digitalización. ¿Puede una máquina interpretar el gusto? ¿Dónde termina la asistencia tecnológica y comienza la sustitución de la experiencia humana? El proyecto no ofrece respuestas cerradas, pero sí evidencia que la frontera entre innovación y autenticidad es cada vez más difusa.
En paralelo, Qaracter anunció una ampliación de su red de alianzas con universidades y centros tecnológicos, así como su participación en diez foros especializados en IA responsable. A nivel de negocio, prevé un crecimiento del 30 % en clientes de sectores de alto impacto y la apertura de tres nuevos mercados internacionales. Internamente, la meta es formar al 100 % de su plantilla en ética aplicada y uso responsable de la inteligencia artificial.
La apuesta por una IA con alma no es nueva, pero sí gana tracción en un momento en que los modelos generativos y los sistemas de decisión automatizada se expanden con rapidez, a menudo sin supervisión clara. En contraste con la lógica puramente técnica, Qaracter propone un enfoque que combina talento, sensibilidad cultural y propósito. No como eslogan, sino como marco operativo.
El Quijote Day no fue una celebración nostálgica, sino un intento de reintroducir preguntas incómodas en el debate tecnológico. ¿Qué significa innovar en un mundo saturado de datos? ¿Cómo garantizar que la inteligencia artificial no amplifique desigualdades o diluya responsabilidades? ¿Qué papel debe jugar la cultura en la definición del progreso?
En un sector donde la velocidad suele primar sobre la reflexión, el gesto de detenerse a pensar —y hacerlo desde un lugar cargado de simbolismo literario— no deja de ser significativo. No tanto por lo que se dijo, sino por lo que se intentó recuperar: la idea de que la tecnología, para ser verdaderamente transformadora, debe dialogar con la condición humana.
