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En una maniobra que ha dejado perplejos a analistas y diplomáticos, el Gobierno de Estados Unidos ha alcanzado un acuerdo sin precedentes con los fabricantes de semiconductores Nvidia y AMD: las compañías podrán vender determinados chips avanzados a China, a cambio de entregar el 15% de los ingresos obtenidos por esas operaciones a las arcas estadounidenses.
Según informó Financial Times, la autorización se aplicará a modelos que habían sido vetados por motivos de seguridad nacional, como el H20 de Nvidia y el MI308 de AMD, diseñados para aplicaciones de inteligencia artificial y computación de alto rendimiento. Ambos estaban sujetos a restricciones impuestas en abril, pese a que el H20 se había desarrollado expresamente para cumplir con los límites fijados por la administración Biden.
El giro en la política comercial se produjo tras la decisión del expresidente Donald Trump, el mes pasado, de revertir las prohibiciones y permitir que el Departamento de Comercio comenzara a emitir licencias de exportación. Diversos analistas vinculan esta relajación con la reciente decisión de Pekín de suavizar sus restricciones a la exportación de tierras raras, así como con el acuerdo de reparto de ingresos que ahora ha salido a la luz.
Nvidia y AMD se encontrarán así en posición de reactivar un mercado clave que había quedado cerrado, aunque con un coste directo para su facturación: el 15% de los ingresos por ventas de estos chips en China se transferirá al Gobierno estadounidense. La medida plantea interrogantes sobre si Washington prioriza la protección tecnológica o el beneficio económico en el contexto de la guerra comercial con el gigante asiático.
En paralelo, medios estatales chinos han puesto en duda la seguridad de los chips H20 de Nvidia, afirmando que podrían incorporar mecanismos ocultos de acceso remoto y cuestionando su idoneidad para el mercado nacional. Según una información publicada por Reuters, la Administración del Ciberespacio de China llegó a convocar a la empresa para que aclarara si existían vulnerabilidades, acusaciones que Nvidia ha negado tajantemente. Estas críticas se suman a un clima de creciente escrutinio sobre la tecnología extranjera en sectores estratégicos como la inteligencia artificial y el cómputo de alto rendimiento.
El director ejecutivo de Nvidia, Jensen Huang, ha mantenido reuniones recientes tanto en la Casa Blanca como en Pekín, la última apenas días antes del anuncio. Trump, por su parte, ha elogiado públicamente a Huang y a la compañía, que en julio se convirtió en la primera empresa en superar los 4 billones de dólares de capitalización bursátil.
Varios analistas en Washington han calificado la medida como un arancel indirecto aplicado en origen, al no tratarse de un impuesto a la importación en China, sino de una condición impuesta por el país exportador. El Global Times, medio estatal chino, ha interpretado el acuerdo como una renuncia de Estados Unidos a sus argumentos iniciales de seguridad nacional en favor de un mecanismo de presión económica. Para Pekín, según expertos consultados, la situación es una paradoja: las empresas locales dependen todavía del hardware de Nvidia y AMD para competir en IA, pero el coste adicional y la sombra de las acusaciones de seguridad pueden acelerar la sustitución por productos nacionales allí donde sea posible.
En el plano legal, el pacto plantea un debate en Estados Unidos sobre su encaje constitucional. El Artículo I, Sección 9 de la Carta Magna prohíbe imponer impuestos a la exportación, y antiguos responsables de la Casa Blanca han señalado que un porcentaje sobre ingresos podría interpretarse como tal, aunque el Gobierno podría defenderlo como una tasa de licencia. La cuestión no es menor: un eventual litigio podría obligar a rediseñar la fórmula o a limitar su alcance.
Fuera del ámbito jurídico, el acuerdo también tiene implicaciones para los precios y la competencia. Si el 15% se traslada al comprador, los clientes chinos —principalmente empresas tecnológicas y centros de datos— asumirán el sobrecoste; si no se repercute, las compañías estadounidenses verán reducidos sus márgenes. En paralelo, competidores como Huawei podrían aprovechar cualquier oportunidad en segmentos menos exigentes para ganar cuota, mientras el Estado chino intensifica su estrategia de autosuficiencia en semiconductores.
Este movimiento se produce a pocos días de que expire la tregua arancelaria entre Estados Unidos y China, sin que se haya confirmado una prórroga. Datos de Goldman Sachs señalan que, hasta junio, las empresas estadounidenses asumían el 64% del coste de los aranceles impuestos por Trump, mientras que los consumidores soportaban el 22%. Sin embargo, la previsión es que esta proporción se invierta, con un aumento significativo del impacto sobre los consumidores.
El acuerdo entre el Gobierno de Estados Unidos, Nvidia y AMD marca un precedente que redefine las reglas del comercio tecnológico internacional y plantea una pregunta incómoda: en la pugna con China, ¿prima la seguridad o la recaudación?
Editor en La Ecuación Digital. Analista y divulgador tecnológico con más de 30 años de experiencia en el estudio del impacto de la tecnología en la empresa y la economía.
