Telefónica ha decidido reordenar dos de las funciones más sensibles de su estructura directiva, finanzas y estrategia, en un momento en el que la compañía encara una nueva fase de su plan corporativo y una revisión profunda de su modelo operativo. El Consejo de Administración ha aprobado el nombramiento de Juan Azcue como director de Finanzas y Desarrollo Corporativo y el de Ernesto Gardelliano como director de Estrategia y Control, este último con entrada en el Comité Ejecutivo. La decisión, adoptada a propuesta del presidente ejecutivo, Marc Murtra, redefine el reparto de responsabilidades en la primera línea del grupo y marca un punto de inflexión en la arquitectura interna de Telefónica.
El cambio no se limita a un relevo de nombres. Introduce una lógica distinta en la organización, al unir bajo una misma dirección la función financiera y el desarrollo corporativo, y al integrar la planificación estratégica con el seguimiento operativo. Ambas decisiones responden a una misma premisa: reducir fricciones internas, acortar los ciclos de decisión y ganar coherencia en un contexto de presión sobre márgenes, competencia intensa y necesidad de inversión sostenida.
Juan Azcue asume así una de las posiciones más transversales del grupo. Hasta ahora, el área financiera y la de desarrollo corporativo operaban con lógicas complementarias, pero separadas. La nueva estructura concentra en una sola figura la supervisión del balance, la asignación de capital y las operaciones corporativas, una combinación que Telefónica ya había explorado parcialmente en otras etapas, aunque no con este grado de formalización. Azcue no es un perfil ajeno a ese terreno. Lleva más de dos décadas vinculado a operaciones de fusiones y adquisiciones y forma parte del Comité Ejecutivo desde enero de 2025.
Su trayectoria interna está marcada por algunas de las decisiones más relevantes de la historia reciente del grupo. Desde su incorporación al área de M&A en 2004, participó en operaciones que redefinieron el perímetro de Telefónica, como la compra de O2 en Reino Unido, la privatización de Cesky Telecom en la República Checa o la adquisición del 50 % de Vivo en Brasil. Ya como responsable del área, desde 2019, lideró transacciones con un perfil distinto, más orientadas a la compartición de activos y a la rotación de capital, como la fusión de O2 con Virgin Media o la venta del negocio de torres de Telxius. Ese recorrido ilustra también el cambio de prioridades del grupo en los últimos años.
La acumulación de finanzas y desarrollo corporativo en una sola dirección plantea, sin embargo, un equilibrio delicado. Por un lado, permite alinear de forma más directa la estrategia de inversión, desinversión y financiación. Por otro, concentra un volumen de poder ejecutivo significativo en un entorno de alta complejidad regulatoria y operativa. En un sector como el de las telecomunicaciones, donde las decisiones financieras suelen tener consecuencias industriales a largo plazo, esa concentración exige una coordinación estrecha con el resto del equipo directivo.
En paralelo, el nombramiento de Ernesto Gardelliano como director de Estrategia y Control refuerza otra de las palancas clave del nuevo diseño organizativo. Su responsabilidad unifica la definición de la estrategia corporativa con el control de su ejecución, un esquema que busca reducir la distancia habitual entre el plan y la operación diaria. Gardelliano cuenta con una trayectoria extensa dentro del grupo, con casi 30 años en distintas geografías y unidades de negocio, y un perfil claramente orientado a la gestión y al seguimiento de resultados.
Desde 2017 ha estado al frente de Control y Planificación en Telefónica, S.A., una función que le ha permitido conocer en detalle la evolución financiera y operativa de las distintas filiales. Su experiencia previa incluye etapas como director financiero de Telefónica Latinoamérica, con base en São Paulo, y responsabilidades en estrategia y desarrollo de negocio en Telefónica Digital, en Londres, durante los años de mayor impulso de las iniciativas digitales del grupo. Además, forma parte del Consejo de Supervisión de Telefónica Deutschland, lo que le aporta una visión directa de uno de los mercados más competitivos y regulados de Europa.
La entrada de Gardelliano en el Comité Ejecutivo no es un detalle menor. Supone elevar el peso de la función estratégica en el núcleo de decisión y refuerza la idea de un seguimiento más estrecho del desempeño operativo. En contraste con modelos anteriores, donde la estrategia podía quedar diluida entre múltiples áreas, la nueva estructura apunta a una mayor centralidad del control y la planificación en la toma de decisiones.
Estos movimientos se producen, además, en un contexto de salida relevante. Laura Abasolo dejará Telefónica a finales de año, poniendo fin a una etapa prolongada en el grupo. Su marcha cierra un ciclo en el área financiera y facilita la reorganización anunciada. La compañía ha reconocido su contribución, aunque no ha detallado aún cómo se redistribuirán algunas de las funciones que estaban bajo su responsabilidad directa, más allá de la nueva asignación a Azcue.
La reorganización no se agota en estos dos nombramientos. Telefónica ha decidido reforzar también el papel del consejero delegado, integrando bajo su ámbito las funciones de Compras y Cadena de Suministro, junto con Alianzas y Devices. La lectura interna es clara: se trata de áreas consideradas motores de eficiencia y transformación, especialmente en un momento en el que la optimización de costes y la gestión de socios tecnológicos adquieren un peso creciente.
Este rediseño encaja con el plan estratégico «Transform & Grow», presentado en noviembre, que plantea una evolución del modelo operativo para adaptarlo a un entorno de menor crecimiento estructural y mayor exigencia de rentabilidad. Aunque el plan fija líneas generales, la materialización depende en gran medida de la capacidad del equipo directivo para ejecutar cambios complejos sin erosionar la base de clientes ni la posición competitiva en los principales mercados.
En ese sentido, la experiencia de Azcue en operaciones corporativas y la trayectoria de Gardelliano en control y planificación aportan continuidad, pero también reflejan una apuesta por perfiles internos frente a fichajes externos. Telefónica parece optar por una reorganización que minimiza el riesgo de disrupción cultural, aunque eso no elimina los desafíos asociados a la integración de funciones y a la redefinición de equilibrios internos.
El sector de las telecomunicaciones en Europa atraviesa una fase de reajuste, con debates abiertos sobre consolidación, regulación e inversión en redes. Telefónica no es ajena a esas tensiones. La compañía mantiene una presencia significativa en mercados maduros y en regiones con dinámicas muy distintas, lo que complica la gestión homogénea del grupo. La nueva estructura directiva busca, precisamente, ganar coherencia y velocidad de respuesta, aunque todavía está por ver cómo se traducirá en decisiones concretas.
Queda abierta, por tanto, una pregunta central: hasta qué punto esta reorganización permitirá a Telefónica ejecutar su estrategia con mayor agilidad sin sacrificar control ni visión a largo plazo. La respuesta no dependerá solo de los nombres, sino de la capacidad del nuevo esquema para resolver las fricciones que históricamente han acompañado a los grandes grupos de telecomunicaciones en su intento de reinventarse.
