La OTAN ha formalizado un contrato multimillonario con Google Cloud para desplegar una infraestructura de nube soberana con capacidades de inteligencia artificial. El acuerdo, anunciado desde Bruselas y Sunnyvale, se integra en los planes de la Alianza para renovar parte de sus sistemas tecnológicos y reforzar la gestión de datos sensibles.
La operación refleja un movimiento más amplio en las alianzas de seguridad occidentales: la necesidad de operar con entornos tecnológicos controlados, capaces de procesar información crítica sin exponerse a dependencias externas. El acuerdo coloca a la plataforma Google Distributed Cloud (GDC) en el centro del esfuerzo de renovación, un punto que en la Alianza se observa con pragmatismo debido a la escala de sus operaciones y a la creciente complejidad de sus misiones.
La Agencia de Comunicación e Información de la OTAN (NCIA) ha seleccionado la configuración aislada de GDC para reforzar las actividades del Centro Conjunto de Análisis, Entrenamiento y Educación (JATEC). Este organismo, menos conocido fuera del ámbito militar, concentra parte de la experimentación operativa en la Alianza y soporta entrenamientos donde se manejan cargas de trabajo clasificadas. Según los datos compartidos por la NCIA, la elección de una nube soberana pretende asegurar que los flujos de información queden encapsulados dentro de los perímetros tecnológicos de los países aliados, incluidos sus requisitos de residencia de datos y control operativo.
Google Distributed Cloud ofrece un modelo desconectado de internet y de la nube pública. En realidad, lo que busca la OTAN es ejecutar capacidades avanzadas de IA sobre datos que no pueden abandonar recintos altamente protegidos. El matiz es relevante porque, aunque la inteligencia artificial se ha convertido en un elemento transversal en operaciones militares y de análisis, su aplicación práctica suele quedar limitada por marcos regulatorios y preocupaciones estratégicas. La versión aislada de GDC intenta resolver esa fricción al proporcionar un entorno reforzado, apto para cargas de trabajo sensibles.
Para la Alianza, el atractivo reside en que esta infraestructura permite extraer patrones, prever amenazas o entrenar modelos analíticos sin perder el control sobre las operaciones. Aunque el concepto de soberanía digital se menciona de forma recurrente, a menudo se pasa por alto que la autonomía operativa —quién ejecuta el cómputo, dónde se procesa y quién audita los sistemas— se ha vuelto un componente central en la planificación de defensa. Este contrato, por tanto, no solo incrementa la capacidad técnica del JATEC; abre también una línea de cooperación más profunda entre la NCIA y proveedores comerciales con los que la OTAN se relaciona para cubrir capacidades que no siempre desarrolla internamente.
Pese al énfasis en la soberanía digital, persiste un debate incómodo sobre la verdadera autonomía que pueden ofrecer los hiperescalares estadounidenses cuando están sujetos al Cloud Act de Estados Unidos, una ley que permite a las autoridades solicitar acceso a datos alojados por proveedores norteamericanos incluso si se encuentran en jurisdicciones extranjeras. Las compañías insisten en que los entornos aislados y las claves controladas por el cliente mitigan ese riesgo, aunque algunos expertos europeos sostienen que la tensión legal sigue ahí y pone en cuestión el grado real de independencia operativa que estas soluciones pueden garantizar.
El presidente de Google Cloud EMEA, Tara Brady, destacó que el trabajo conjunto servirá para acelerar la modernización digital de la Alianza. Su afirmación subraya un tema que genera debate en Europa: el equilibrio entre innovación tecnológica y control soberano. La presencia de actores estadounidenses en proyectos sensibles puede generar tensiones, aunque la NCIA suele argumentar que la disponibilidad de soluciones avanzadas, especialmente en IA, pesa más que la procedencia geográfica de los proveedores siempre que se cumplan los estrictos requisitos de aislamiento.
Antonio Calderón, CTO de la NCIA, describió esta colaboración como parte de la estrategia de transformación digital interna. Su enfoque apunta a un proceso más complejo: la Agencia ha intensificado en los últimos años la adopción de servicios cloud de nueva generación, impulsada por la necesidad de gestionar un volumen creciente de datos operativos. Los entornos de entrenamiento, que tradicionalmente se apoyaban en infraestructuras físicas muy segmentadas, empiezan a transitar hacia plataformas distribuidas capaces de escalar con rapidez. La nube soberana no es tanto una aspiración política como un mecanismo técnico para proteger información cuya exposición tendría consecuencias directas en la seguridad de los estados miembros.
La integración de GDC se desarrollará a lo largo de los próximos meses, un periodo que resultará crítico para validar la interoperabilidad de la plataforma con los sistemas actuales del JATEC. No es trivial. La OTAN opera con infraestructuras heterogéneas, heredadas en parte de décadas anteriores, que requieren capas de traducción y controles adicionales para interactuar con tecnologías contemporáneas. La transición hacia entornos distribuidos no solo exige capacidades de cómputo avanzadas; obliga también a revisar marcos de gobernanza de datos, procedimientos de auditoría y prácticas de seguridad operacional.
Aunque el acuerdo con Google Cloud ocupa el foco, la OTAN ha contratado simultáneamente servicios cloud con otros proveedores. De hecho, la Alianza también seleccionó Oracle Cloud Infrastructure para trasladar una parte de sus sistemas esenciales. La NCIA coordina esa transición con el apoyo de Thales y las firmas especializadas Red Reply y Shield Reply, en un movimiento que, según Oracle, permitirá operar con requisitos estrictos de residencia de datos y reforzar la capacidad de análisis mediante IA. Lo curioso es que ambas iniciativas conviven en paralelo, lo que evidencia que la estrategia de la OTAN no apuesta por un único proveedor, sino por un mosaico de infraestructuras soberanas diseñadas para funciones diferenciadas.
El caso de Oracle ayuda a entender por qué la Alianza se mueve hacia un ecosistema multicloud soberano. Cada plataforma aporta un conjunto particular de ventajas técnicas: unas se especializan en integración con sistemas heredados, otras en aislamiento extremo o en capacidades analíticas avanzadas. Esta fragmentación, lejos de ser un obstáculo, permite a la OTAN distribuir riesgos y evitar dependencias que en situaciones de crisis podrían limitar su capacidad operativa. Para el sector empresarial europeo, que observa de cerca estas decisiones, la aproximación de la OTAN se interpreta como un indicador de hacia dónde se dirige la arquitectura cloud en entornos de misión crítica.
La adopción de una nube soberana tiene implicaciones que van más allá de la infraestructura. En la práctica, redefine la forma en que se entrenan las unidades, se coordinan operaciones multinacionales o se analizan datos provenientes de sensores desplegados en escenarios complejos. Los analistas en Bruselas apuntan a que el volumen de datos generados por ejercicios conjuntos se ha multiplicado en los últimos años. Sin una capa de cómputo potente, contenida dentro de perímetros soberanos, ese caudal se vuelve difícil de explotar. La IA aporta eficiencia, aunque su uso debe ajustarse a procedimientos estrictos para no introducir sesgos que afecten a la toma de decisiones.
Existe además un elemento regulatorio que no puede pasarse por alto. La presidencia europea y varios estados miembros han intensificado sus exigencias sobre residencia de datos y resiliencia digital. Estos requisitos afectan tanto al sector público como a proveedores de defensa. La OTAN, pese a operar fuera del marco estrictamente comunitario, no es ajena a esa presión. Por ello, los entornos aislados como GDC permiten cumplir con los estándares más exigentes sin renunciar a la adopción de capacidades avanzadas.
Si se observa en perspectiva, el contrato con Google Cloud y la iniciativa paralela con Oracle señalan una tendencia: la OTAN se mueve hacia arquitecturas de nube soberana que puedan operar en ciclos más cortos y con cargas de trabajo basadas en IA. Esta evolución no se produce de forma lineal. Requiere inversiones, ajustes organizativos y una coordinación compleja entre países aliados y actores tecnológicos. Sin embargo, el impulso acumulado en los últimos años sugiere que el modelo híbrido, con infraestructuras aisladas y extensiones controladas, se consolidará como pilar de la defensa digital en Europa.
En los próximos meses, la implementación técnica y las pruebas de interoperabilidad determinarán cómo encaja esta nueva plataforma en la operativa diaria del JATEC. También permitirán evaluar si la promesa de autonomía digital y seguridad reforzada se traduce en una ventaja operativa real. Para los responsables tecnológicos de la Alianza, el desafío no es solo adoptar IA, sino hacerlo sin comprometer el control de datos extremadamente sensibles, una exigencia que se ha convertido en el eje de cualquier estrategia de modernización en defensa.
