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China ha lanzado un plan para liderar la industria de las interfaces cerebro-ordenador (BCI) en menos de una década. El nuevo documento de política pública, publicado en julio por siete organismos estatales, entre ellos el Ministerio de Industria y Tecnología de la Información, fija como meta convertir al país en referente internacional en este sector emergente en 2030, con hitos intermedios en 2027.
Las interfaces cerebro-ordenador (BCI, por sus siglas en inglés) permiten leer y descodificar la actividad neuronal para transformarla en comandos que controlan dispositivos externos, como ordenadores o brazos robóticos. Aunque inicialmente concebidas para fines médicos —principalmente en pacientes con parálisis—, el documento chino también contempla aplicaciones en consumo, seguridad laboral y transporte.
Una apuesta estratégica con respaldo estatal
Según informó Wired, el plan chino plantea 17 medidas concretas, desde el desarrollo de chips más eficientes hasta la creación de estándares tecnológicos y capacidades de producción industrial. Esta estrategia refuerza la posición de China como país capaz de trasladar rápidamente la investigación básica a aplicaciones prácticas y comercialización, algo que ya demostró en sectores como la energía fotovoltaica o la automoción eléctrica.
El profesor Max Riesenhuber, codirector del Centro de Neuroingeniería de la Universidad de Georgetown, señala que el documento “abarca todo lo necesario para llevar las BCI a la corriente principal: no solo investigación, sino producción, estandarización y mercado”.
Competencia global y avances en China
En Estados Unidos, empresas como Neuralink (fundada por Elon Musk), Synchron o Paradromics trabajan en el desarrollo de BCIs implantables. China, aunque entró más tarde en este campo, ha acelerado el paso. Startups como NeuroXess ya han implantado dispositivos en pacientes paralizados, logrando descodificar el habla o permitir el control de ordenadores mediante el pensamiento.
El Instituto Chino de Investigación Cerebral (CIBR), con su spin-off NeuCyber NeuroTech, ha desarrollado un chip del tamaño de una moneda, Beinao-1, implantado hasta ahora en cinco personas con resultados positivos en seguridad y estabilidad. Los pacientes han logrado mover cursores y usar aplicaciones móviles, lo que confirma el potencial de esta tecnología para la rehabilitación.
Las autoridades chinas estiman que entre 1 y 2 millones de pacientes podrían beneficiarse de dispositivos BCI para la asistencia y la rehabilitación neurológica.
Más allá de la salud: consumo y seguridad laboral
El plan no se limita a la vertiente médica. Entre las aplicaciones propuestas destacan:
- Transporte: sistemas no invasivos capaces de monitorizar en tiempo real la atención y el nivel de alerta de los conductores, reduciendo riesgos de accidentes por somnolencia.
- Industria y energía: uso en sectores de alto riesgo como minería, energía nuclear o manipulación de materiales peligrosos, para detectar señales de desmayo, intoxicación o falta de oxígeno.
- Electrónica de consumo: impulso a dispositivos no implantables —montados en la frente, auriculares, gafas, cascos o diademas—, un campo en el que China aspira a capitalizar su posición como mayor fabricante mundial de electrónica.
La compañía NeuroXess cree que los productos BCI no invasivos podrían tener una rápida penetración en el mercado chino, especialmente en el sector de la electrónica de consumo.
Implicaciones empresariales y geopolíticas
Este movimiento consolida un nuevo frente en la rivalidad tecnológica entre China y Estados Unidos. Sin embargo, algunos actores del sector defienden la cooperación internacional. “Los pacientes necesitan esta tecnología para mejorar su calidad de vida. No queremos entrar en disputas geopolíticas”, afirma Phoenix Peng, CEO de NeuroXess.
Para las empresas europeas, incluidas las españolas, el desarrollo acelerado de esta industria en China abre dos escenarios:
- Oportunidades de colaboración científica y empresarial, en campos como la neurotecnología aplicada a la medicina o la seguridad laboral.
- Riesgos de dependencia tecnológica, en caso de que China logre establecer estándares globales en un sector con gran potencial económico y estratégico.
El desafío para la Unión Europea será decidir si refuerza su propia investigación y capacidad industrial en interfaces cerebro-ordenador o si se limita a un papel secundario en la cadena de valor, como ocurrió con los paneles solares o las baterías.
Editor en La Ecuación Digital. Analista y divulgador tecnológico con más de 30 años de experiencia en el estudio del impacto de la tecnología en la empresa y la economía.
