Cuando el European XFEL comenzó a operar en 2017, su promesa era ambiciosa: ofrecer a la comunidad científica internacional una herramienta sin precedentes para observar la materia a escala atómica. Ocho años después, esa infraestructura —ubicada entre Schenefeld y Hamburgo— sigue ampliando sus capacidades técnicas.
La última contribución llega desde España. ARQUIMEA, compañía tecnológica con sede en Madrid, ha completado la entrega de sus posicionadores de cuadrupolos, cerrando así su participación en uno de los proyectos científicos más sofisticados de Europa.
El sistema suministrado por ARQUIMEA no es visible para el ojo humano durante los experimentos, pero su papel es esencial. Se trata de un conjunto de posicionadores de muy alta precisión que ajustan la alineación de los imanes cuadrupolares en la línea de onduladores del acelerador. En términos prácticos, estos dispositivos permiten enfocar el haz de electrones y mantener su trayectoria estable, una condición imprescindible para que el láser de electrones libres funcione con la precisión requerida.

Según ha confirmado la compañía, la entrega final se realizó en julio de 2025. En total, se han suministrado 63 unidades, en dos fases: una primera de 49 posicionadores, desarrollada junto al CIEMAT, y una segunda de 14 unidades adicionales. El pasado 6 de octubre, el cliente —cuyo nombre no se ha especificado en la nota oficial— validó el funcionamiento de todos los equipos tras superar las pruebas de aceptación en las instalaciones del XFEL.
Los requisitos técnicos del proyecto han sido exigentes. Los posicionadores debían alcanzar una repetibilidad submicrométrica en un rango de ±1,5 mm, lo que implica tolerancias mecánicas extremadamente ajustadas. Además, el montaje y validación se realizaron en condiciones controladas de vibración, temperatura y limpieza. No es un procedimiento habitual en la industria, pero sí necesario cuando se trata de sistemas que operan en entornos de alta sensibilidad como los del XFEL.
El European XFEL es una infraestructura científica financiada por 12 países europeos, entre ellos Alemania, Francia, Italia y España. Su singularidad radica en su capacidad para generar pulsos de rayos X con una intensidad mil millones de veces superior a la de las fuentes convencionales. Esto permite a los investigadores estudiar reacciones químicas en tiempo real, visualizar biomoléculas complejas o analizar materiales en condiciones extremas.
Aunque la participación de empresas tecnológicas en grandes instalaciones científicas no es nueva, el caso de ARQUIMEA ilustra cómo la industria española ha ido ganando presencia en este tipo de proyectos. La colaboración con el CIEMAT, organismo público de investigación dependiente del Ministerio de Ciencia, ha sido clave para acceder a los estándares técnicos y operativos del XFEL. En este sentido, el proyecto también funciona como escaparate de capacidades industriales que no siempre encuentran visibilidad fuera del ámbito científico.
No es la primera vez que ARQUIMEA participa en programas internacionales de alta complejidad. La empresa opera en sectores como el aeroespacial, la defensa o la seguridad, y colabora con agencias y fuerzas armadas en varios países. Su centro de I+D, con más de 100 especialistas, trabaja en tecnologías como inteligencia artificial, robótica o computación cuántica. Sin embargo, su implicación en el XFEL destaca por el nivel de integración entre diseño, fabricación y validación de sistemas mecánicos de precisión.
El cierre de esta fase no implica necesariamente el fin de la relación entre ARQUIMEA y el XFEL. Aunque no se han anunciado nuevos contratos, la ampliación de capacidades experimentales en instalaciones como esta suele requerir actualizaciones periódicas. En cualquier caso, la validación de los equipos entregados marca un hito técnico y simbólico: España no solo participa como país miembro del consorcio, sino que contribuye con tecnología desarrollada e integrada por su industria.
La entrega de los posicionadores también coincide con un momento de revisión estratégica para las grandes infraestructuras científicas europeas. La Comisión Europea ha subrayado en varios informes recientes la necesidad de reforzar la colaboración entre centros de investigación y empresas tecnológicas para mantener la competitividad global. En este contexto, casos como el de ARQUIMEA podrían servir como modelo para futuras licitaciones o colaboraciones público-privadas.
A medio plazo, el European XFEL seguirá siendo una de las piezas clave del Espacio Europeo de Investigación. Con una longitud total de 3,4 kilómetros y una capacidad de generar 27.000 pulsos de rayos X por segundo, su potencial experimental apenas ha comenzado a explorarse. La precisión de sus componentes, incluidos los posicionadores españoles, será determinante para que esa exploración avance sin desviaciones.
