La Unión Europea y Canadá cerraron esta semana un nuevo capítulo en su relación digital al celebrar en Montreal el primer Digital Partnership Council, un órgano que ambas partes describen como pieza central para alinear políticas tecnológicas y reforzar la competitividad. La inteligencia artificial, seleccionada como palabra clave por su peso creciente en la regulación y en la economía transatlántica, apareció entre los ejes prioritarios de la reunión, junto con la identidad digital y la independencia de los medios. El encuentro se produjo a continuación del G7 ministerial de Industria, Digital y Tecnología, lo que añadió una dimensión de coordinación internacional poco habitual en citas técnicas de este tipo.
Aunque la cooperación entre Bruselas y Ottawa en materia digital no es nueva, la sesión inaugura un marco diseñado para servir de guía estratégica. La referencia al New EU-Canada Strategic Partnership of the Future, adoptado en junio de 2025, situó este avance dentro de un conjunto más amplio de compromisos políticos que buscan consolidar una visión común de soberanía tecnológica. Esa palabra, soberanía, se ha instalado en la agenda europea con fuerza, mientras que Canadá ha comenzado a utilizar un lenguaje similar para defender la necesidad de infraestructuras digitales controladas a nivel nacional.
La reunión estuvo copresidida por Henna Virkkunen, vicepresidenta ejecutiva de la Comisión responsable de tecnología, y por Evan Solomon, ministro canadiense de Inteligencia Artificial e Innovación Digital. La fórmula, con perfiles políticos de alto nivel, refuerza la lectura de que este diálogo pretende influir en decisiones regulatorias, no solo en acciones técnicas. El propio planteamiento de ambos gobiernos, al mencionar el apoyo a las pymes mediante regulaciones «inteligentes», apunta a un terreno que mezcla política industrial con estándares tecnológicos y acceso a infraestructuras.
Inteligencia artificial como palanca de cooperación
El bloque dedicado a inteligencia artificial ocupó gran parte de la agenda, respaldado por un Memorando de Entendimiento que formaliza la cooperación. De acuerdo con el documento presentado hoy, el objetivo es facilitar tecnologías de IA consideradas fiables y compatibles con derechos fundamentales. No se trata solo de alineación ética. En realidad, el foco se desplaza hacia la creación de estándares comunes, un desafío creciente tras la aprobación del Reglamento Europeo de IA y la elaboración del nuevo marco canadiense.
Ambos socios quieren acelerar la adopción de sistemas avanzados en sectores como salud, manufactura, energía o servicios públicos. La idea, repetida en varias ocasiones por las delegaciones, es que el acceso a capacidad de cómputo condicionará la competitividad industrial durante los próximos años. Por eso, la intención de colaborar en grandes infraestructuras de IA introduce un matiz interesante: abre la posibilidad de compartir recursos computacionales, coordinar inversiones o desarrollar modelos orientados al interés público. Entre los ejemplos mencionados aparecen la monitorización meteorológica extrema y el análisis climático, ámbitos en los que las capacidades de procesamiento masivo resultan determinantes.
Aunque a menudo se pasa por alto, la creación de data spaces interoperables será decisiva para que estos modelos se entrenen con datos fiables y enmarcados en reglas claras. El anuncio de un diálogo estructurado sobre espacios de datos invita a pensar en futuras normas conjuntas o, al menos, en mecanismos que permitan a empresas y organismos científicos trabajar con conjuntos de datos homologados en ambos mercados. El gesto puede parecer técnico, pero suele traducirse en ventajas comerciales para quienes desarrollan aplicaciones sobre infraestructuras compartidas.
Identidad digital y servicios de confianza
Otro de los acuerdos, centrado en credenciales digitales y servicios de confianza, apunta a una convergencia progresiva entre las arquitecturas europeas del eIDAS 2.0 y los sistemas canadienses. El Memorando de Entendimiento firmado hoy prevé un foro para ensayos conjuntos, proyectos piloto y diseño de casos de uso comunes. La interoperabilidad entre carteras de identidad digital, un asunto que en Europa avanza con ritmos desiguales según los Estados miembros, podría extenderse así a socios extracomunitarios.
Resulta significativo que Ottawa busque alinearse con un modelo basado en wallet descentralizado y certificados verificables. Este tipo de soluciones está ganando tracción entre entidades financieras, operadores educativos y administraciones públicas. Lo que todavía no está claro es si la colaboración permitirá armonizar requisitos técnicos, algo que influiría directamente en los proveedores tecnológicos que operan en ambos lados del Atlántico. En contraste con otros acuerdos internacionales centrados en la ciberseguridad o la protección de datos, esta alianza pone el foco en la identidad como herramienta para transacciones electrónicas y servicios públicos digitales.
Independencia de los medios y riesgos asociados a la IA generativa
La transformación del ecosistema informativo también entró en el debate. UE y Canadá coincidieron en que el funcionamiento de las plataformas digitales y el avance de la IA generativa añaden presión sobre medios locales y sistemas de verificación. La atención a este asunto no ocurre en el vacío: tanto Bruselas como Ottawa han adoptado en los últimos años marcos regulatorios para ordenar las relaciones entre plataformas y editores, y han identificado campañas de desinformación como riesgo para la estabilidad democrática.
El comunicado conjunto sugiere explorar iniciativas compartidas para apoyar el periodismo local y reforzar la integridad informativa en línea. No se detallan instrumentos concretos, aunque sí se reconoce la necesidad de afrontar la manipulación informativa extranjera y el impacto de modelos generativos capaces de producir contenido convincente a gran escala. Lo curioso es que este punto, menos técnico que los anteriores, emerge como prioridad equivalente a infraestructuras críticas o computación avanzada, señal de que la dimensión social de la digitalización se ha vuelto inseparable de la tecnológica.
Conectividad, infraestructuras críticas y nuevas áreas científicas
Más allá de IA, identidad y medios, el Consejo destacó la conectividad internacional como área estratégica. La mención a redes 5G y cables submarinos, incluida la posibilidad de rutas por el Ártico, refleja un interés creciente por asegurar redundancia y autonomía en la circulación de datos. Las tensiones geopolíticas de los últimos años han situado los cables de fibra óptica como activos críticos, y la cooperación con Canadá permitiría a la UE explorar alternativas que reduzcan la dependencia de rutas tradicionales.
En paralelo, ambos gobiernos quieren ampliar la colaboración en semiconductores, computación de alto rendimiento y tecnologías cuánticas. La referencia a cadenas de suministro resilientes subraya una preocupación compartida: la vulnerabilidad que quedó al descubierto durante la pandemia y que todavía condiciona la capacidad de producción en sectores avanzados. Empresas europeas y canadienses podrían beneficiarse de marcos de inversión más predecibles, aunque los detalles todavía están por definir.
El encuentro también reafirmó el interés en infraestructuras de nube soberana y centros de datos seguros. Este punto conecta con debates en curso dentro de la UE, donde se busca un equilibrio entre el mercado global de servicios cloud y la necesidad de mantener ciertos recursos bajo jurisdicción europea. Canadá enfrenta dilemas similares, sobre todo en servicios públicos y sectores regulados.
Una cooperación que gana densidad política
El lanzamiento de este Consejo se inscribe en una trayectoria iniciada en 2023 con la creación de la Digital Partnership entre la UE y Canadá. Desde entonces, el número de áreas cubiertas ha ido creciendo, hasta abarcar ciberseguridad, habilidades digitales, plataformas en línea y conectividad internacional. El ritmo no ha sido uniforme, pero la agenda actual muestra una densidad que rara vez aparece en acuerdos digitales bilaterales.
Durante la reunión, Henna Virkkunen lo resumió con una frase directa: “No single region can face the digital transformation alone”. La declaración, aparentemente obvia, resume la lógica de esta cooperación. Ningún bloque quiere quedar rezagado en el desarrollo de tecnologías que condicionarán la economía durante la próxima década. Y cada uno, desde su propia arquitectura regulatoria, busca aliados para sostener inversiones, compartir conocimiento científico y definir reglas compatibles.
La evolución de este marco durante los próximos meses mostrará si las intenciones se traducen en programas tangibles. La puesta en marcha de foros técnicos, pilotos y proyectos científicos conjuntos será un indicador útil. También la capacidad de integrar a pymes en estos procesos, un desafío habitual cuando los acuerdos se concentran en grandes infraestructuras y estándares globales.
Lo que emerge tras esta primera sesión es una estructura de cooperación más estable que en ejercicios anteriores. No sustituye a las políticas nacionales ni a los marcos multilaterales, pero sí crea un espacio donde Europa y Canadá pueden coordinarse sin la presión inmediata de negociaciones comerciales. La digitalización avanza con una velocidad que a menudo supera la de las instituciones. Por eso, este tipo de mecanismos se convierte en herramienta para anticipar problemas y, al mismo tiempo, proteger intereses estratégicos compartidos en un entorno geopolítico cada vez más complejo.
