La escena ocurrió en el Teatro Real de Madrid, pero no fue una gala convencional. Joel Bueno, un joven de 17 años con parálisis cerebral espástica, interpretó una pieza al piano con la ayuda de un brazo robótico y un sistema de inteligencia artificial que anticipaba sus movimientos. No se trataba de una demostración técnica, sino de una actuación artística real, en un entorno profesional, ante 1.400 personas.
La tecnología detrás de este momento ha sido desarrollada por ABB y ERNI, en colaboración con la Fundación SIFU, dentro del programa SuperArte. El sistema combina un brazo robótico de ABB con un algoritmo predictivo creado por ERNI, inspirado en técnicas de alineamiento genético. Este algoritmo, entrenado para prever la siguiente nota que el artista desea ejecutar, activa el movimiento del robot hacia la tecla correspondiente antes de que el gesto ocular del intérprete la indique de forma explícita.

Según explican desde ambas compañías, el objetivo no era solo facilitar la ejecución musical, sino lograr una sincronía tan precisa que el resultado se perciba como una interpretación fluida y expresiva. El robot no sustituye al músico, sino que actúa como una extensión de su voluntad, anticipando la intención musical y ejecutándola en tiempo real.
El sistema se apoya en el EyeHarp, un instrumento digital controlado por la mirada, que permite a personas con movilidad reducida componer y tocar música. En este caso, el EyeHarp se conectó al brazo robótico, que a su vez accionaba un piano de cola físico. El software se organiza en un plano circular que facilita el acceso visual a todas las notas, lo que permite al intérprete navegar con la mirada por el teclado virtual.
La innovación reside en la combinación de tres elementos: el control ocular, la robótica de precisión y la inteligencia artificial predictiva. El rediseño de la pinza del brazo robótico ha permitido una mayor velocidad y control, reduciendo el desfase entre la intención del músico y la ejecución física. El resultado es una experiencia musical cercana a la interpretación humana, incluso en instrumentos no digitales.
“Logramos que la robótica se anticipe a la música, borrando las barreras entre la máquina y la emoción humana”, señalaron ABB y ERNI en un comunicado conjunto. Aunque la afirmación puede sonar ambiciosa, el caso de Joel Bueno ofrece un ejemplo tangible de cómo la tecnología puede abrir caminos profesionales y creativos a personas con discapacidad.
En España, solo una de cada cuatro personas con discapacidad accede a un empleo, según datos del INE. En este contexto, el arte y la música no solo son formas de expresión, sino también herramientas de desarrollo personal y profesional. La posibilidad de interpretar música de forma autónoma, incluso en entornos escénicos exigentes, amplía el horizonte de inclusión más allá del ámbito terapéutico.
La Gala SuperArte, organizada por la Fundación SIFU, se ha consolidado como una de las principales plataformas europeas de visibilización del talento inclusivo. En su séptima edición, celebrada en Madrid, participaron artistas con y sin discapacidad, junto a músicos de la Escuela Superior de Música Reina Sofía. La iniciativa ha celebrado más de 20 galas en toda España, con más de 100 artistas y 20.000 asistentes.
Fundación SIFU, nacida en 2006, trabaja en la integración sociolaboral de personas con discapacidad y colectivos en riesgo de exclusión. Su enfoque combina formación, cultura y deporte como ejes de inclusión. En el caso de SuperArte, la fundación ha apostado por un modelo que no se limita a la exhibición artística, sino que impulsa trayectorias profesionales mediante becas y colaboraciones con entidades tecnológicas.
ABB, por su parte, es uno de los líderes mundiales en electrificación y automatización, con más de 105.000 empleados y presencia en más de 100 países. Su división de robótica trabaja en sectores como la automoción, la electrónica y la logística, pero también ha comenzado a explorar aplicaciones sociales y culturales.
ERNI, empresa suiza especializada en ingeniería de software, ha centrado parte de su actividad en sectores regulados como salud, automoción y robótica industrial. Su participación en este proyecto refleja una tendencia creciente en el sector: la aplicación de tecnologías complejas a desafíos sociales concretos.
Aunque el caso de Joel Bueno es singular, no es aislado. La combinación de IA, robótica y control ocular abre nuevas posibilidades para la accesibilidad en entornos profesionales, no solo en la música. La clave, según los desarrolladores, está en diseñar sistemas que no sustituyan, sino que amplifiquen las capacidades humanas.
El reto a medio plazo será escalar este tipo de soluciones sin perder la personalización que requieren. La precisión del algoritmo, la sensibilidad del brazo robótico y la adaptabilidad del software deben ajustarse a cada usuario, lo que plantea desafíos técnicos y económicos. Sin embargo, el potencial de estas tecnologías para redefinir la inclusión en sectores creativos y productivos empieza a ser difícil de ignorar.