La inteligencia artificial ha dejado de ser una promesa tecnológica para convertirse en una herramienta estructural en el sector asegurador español. Según el X Termómetro de Inteligencia Artificial y Data en el sector asegurador, elaborado por ICEA con la colaboración de Minsait (Indra Group), más del 90% de las aseguradoras en España están desarrollando proyectos con IA, y un 74% de ellas ya cuenta con planes específicos para adecuarse al nuevo reglamento europeo AI Act.
Este dato, que cubre a entidades que representan el 76,5% del mercado, sugiere una madurez creciente en la integración de tecnologías avanzadas en procesos clave como la suscripción, la evaluación de riesgos, la atención al cliente o la detección de fraude. Aunque la adopción tecnológica ha sido progresiva, el impulso regulatorio parece haber acelerado la necesidad de estructurar la gobernanza de estos sistemas.
De acuerdo con el informe, la IA está dejando de ser un recurso de eficiencia para convertirse en un eje de transformación organizativa. “Las aseguradoras españolas están avanzando hacia un modelo en el que el dato y la inteligencia artificial se sitúan en el centro de la toma de decisiones”, explicó Óscar Fernández, técnico de investigación de ICEA. En su opinión, esto permite anticiparse a las necesidades del cliente y optimizar procesos, aunque también implica una redefinición de roles y estructuras internas.
La presión regulatoria del AI Act, que introduce obligaciones diferenciadas según el nivel de riesgo de los sistemas, ha obligado a las aseguradoras a revisar sus arquitecturas tecnológicas y sus modelos de gobernanza. No se trata solo de cumplir con la norma, sino de integrar principios de transparencia, trazabilidad y supervisión humana en sistemas que ya operan en tareas críticas.
Uno de los elementos que está marcando un cambio de paradigma es la irrupción de los agentes inteligentes. El informe señala que el 46,4% de las entidades que trabajan con IA ya los utilizan en procesos reales, mientras que otro 28,6% está en fase de prueba o exploración. Estos agentes no se limitan a ejecutar instrucciones: aprenden, toman decisiones y actúan de forma autónoma dentro de los límites definidos por la organización.
“Hasta ahora, la inteligencia artificial era reactiva, respondía a lo que le pedíamos”, señaló Andrés Duque, responsable de IA en Servicios Financieros de Minsait. “Con los agentes de IA damos un paso más: son proactivos. Les indicamos los objetivos y pueden trabajar para alcanzarlos de forma autónoma, acompañando los procesos y asumiendo tareas donde los humanos no llegan”.
La diferencia no es menor. Mientras que los sistemas tradicionales de IA requerían supervisión constante, los agentes agénticos introducen una lógica de colaboración entre humanos y máquinas que obliga a repensar tanto los flujos de trabajo como las responsabilidades. En lugar de sustituir, amplían el alcance del talento humano, lo que plantea nuevas preguntas sobre control, ética y accountability.
Desde Minsait, la apuesta se orienta hacia la creación de ecosistemas de agentes que interactúan entre sí y con las personas. “El verdadero valor de esta tecnología está en su capacidad para liberar tiempo y potencial humano, reforzando el vínculo entre innovación, propósito y productividad”, añadió Duque. La visión no es solo técnica, sino organizativa: estructuras más dinámicas, con mayor capacidad de adaptación y respuesta.
Este enfoque coloca al sector asegurador español en una posición destacada dentro del contexto europeo. Aunque otros países también están avanzando en la adopción de IA, el nivel de penetración y la rapidez con la que se están adaptando al marco normativo sitúan a España como un referente emergente en la transformación digital del seguro.
Sin embargo, el reto no está únicamente en la tecnología. La implementación de sistemas de IA agéntica exige cambios en la cultura corporativa, en la formación de los equipos y en la forma de medir el impacto. La regulación europea, en este sentido, actúa como catalizador, pero también como límite: obliga a definir con claridad qué puede hacer un sistema autónomo y bajo qué condiciones.
La combinación de presión normativa, madurez tecnológica y visión estratégica está dando forma a un nuevo modelo de aseguradora. Uno en el que los sistemas inteligentes no solo automatizan tareas, sino que colaboran activamente en la toma de decisiones, amplían la capacidad operativa y redefinen el papel del dato como activo central.
A medio plazo, el foco se desplazará hacia la interoperabilidad entre agentes, la gestión de riesgos algorítmicos y la construcción de marcos éticos operativos. La IA, en este escenario, no será un producto, sino una infraestructura invisible que sostiene la actividad diaria de las aseguradoras. Y su éxito dependerá tanto de la calidad del código como de la solidez del criterio humano que lo supervise.
