La inteligencia artificial ha dejado de ser una promesa lejana para convertirse en una herramienta cotidiana en el entorno laboral. Según el informe The GenAI Divide: State of AI in Business 2025 , elaborado por el MIT, más del 90% de los empleados ya utiliza herramientas personales de IA durante su jornada, desde suscripciones individuales a ChatGPT hasta asistentes integrados en navegadores.
Sin embargo, solo el 40% de las empresas ha formalizado esta adopción mediante licencias corporativas, lo que sugiere una brecha entre el uso espontáneo por parte de los trabajadores y la estrategia tecnológica institucional.
En España, la Encuesta sobre Actividad Empresarial (EBAE) del Banco de España apunta que solo el 20% de las compañías ha incorporado la inteligencia artificial en sus operaciones. De ellas, un 60% se encuentra en fases piloto o de experimentación, y apenas un 6% ha integrado la IA de forma intensiva. Esta distancia entre la iniciativa individual y la inversión corporativa plantea preguntas sobre el ritmo real de transformación digital en las organizaciones.
Softtek considera que la IA está redefiniendo la colaboración entre personas y sistemas. “Estamos asistiendo al inicio de una nueva era de colaboración entre humanos y máquinas”, afirma Verónica Arteaga, directora de People and Culture en Softtek EMEA. A su juicio, la IA no sustituye al talento humano, sino que lo amplifica, liberando tiempo para tareas estratégicas y fomentando la creatividad.
Uno de los factores que explican esta adopción informal es la accesibilidad de las herramientas. Plataformas como Claude, Gemini o Copilot se integran fácilmente en navegadores, aplicaciones de mensajería o suites ofimáticas. Esto permite a los empleados incorporar asistentes virtuales sin necesidad de pasar por departamentos de IT o procesos de aprobación. El resultado es una IA que se infiltra de forma orgánica en el flujo de trabajo, sin grandes anuncios ni despliegues estructurados.
La capacidad de aprendizaje continuo es otro de los atributos que está consolidando a la IA como una compañera de equipo. Los sistemas basados en deep learning no solo ejecutan tareas, sino que mejoran con cada interacción. Esta evolución constante permite a las empresas mantener la eficiencia sin perder flexibilidad, adaptándose a contextos cambiantes sin necesidad de rediseñar procesos desde cero.
Aunque el discurso empresarial tiende a centrarse en la productividad, la dimensión cultural del cambio es menos visible pero igual de relevante. La colaboración entre humanos y algoritmos está modificando dinámicas de equipo, jerarquías informales y formas de tomar decisiones. La IA no solo automatiza, también propone, sugiere y, en ocasiones, contradice. Esto introduce una nueva capa de complejidad en la gestión del conocimiento y en la distribución del poder dentro de las organizaciones.
Softtek destaca seis áreas donde la IA ya está actuando como un miembro más del equipo: colaboración activa, decisiones basadas en datos, aprendizaje continuo, autonomía operativa, integración fluida y aumento de la productividad. Aunque el tono puede parecer entusiasta, lo cierto es que estas funciones ya se observan en múltiples sectores, desde la banca hasta la logística, pasando por el marketing y la atención al cliente.
Sin embargo, la adopción no está exenta de tensiones. La dependencia de herramientas personales plantea desafíos en términos de seguridad, privacidad y cumplimiento normativo. Además, la falta de una estrategia corporativa clara puede generar duplicidades, sesgos no controlados o decisiones basadas en modelos opacos. La IA como aliada exige también una gobernanza sólida, algo que muchas empresas aún no han abordado.
El contraste entre el uso individualizado y la inversión estructural sugiere que la IA se está implantando por la vía de los hechos. Los empleados no esperan a que sus empresas lideren el cambio: lo impulsan desde abajo, con las herramientas que tienen a mano. Esta dinámica bottom-up puede acelerar la transformación, pero también fragmentarla si no se acompaña de una visión estratégica.
A medio plazo, el reto no será solo tecnológico, sino organizativo. Integrar la IA como un actor más en la empresa implica revisar procesos, roles y métricas de desempeño. También exige nuevas competencias, no solo técnicas, sino éticas y comunicativas. Saber cuándo delegar en una IA, cómo interpretar sus recomendaciones o cómo explicarlas a terceros será tan importante como saber programarla.
La inteligencia artificial ya no es una herramienta externa. Se ha convertido en una presencia constante, a menudo invisible, que colabora, aprende y propone. Su integración en el trabajo diario no depende tanto de grandes proyectos como de pequeñas decisiones cotidianas. Y aunque muchas empresas aún no lo hayan formalizado, la transformación ya está en marcha.
