
Editor en La Ecuación Digital. Consultor de Innovación y Estrategia…
El 28 de abril, una interrupción masiva del suministro eléctrico afectó simultáneamente a España y Portugal, provocando un colapso en cascada de las redes móviles y dejando a millones de ciudadanos sin acceso a servicios básicos de conectividad.
La magnitud del evento, que alteró de forma sincronizada las operaciones de todos los operadores móviles en ambos países, ha sido calificada por analistas del sector como el mayor test de estrés para las infraestructuras de telecomunicaciones en Europa en los últimos años.
El análisis conjunto de datos procedentes de Speedtest Intelligence® y Downdetector® ha permitido cuantificar la dimensión del impacto: las velocidades de descarga se desplomaron hasta un 90 % en algunos territorios, los tiempos de carga de páginas web aumentaron de forma significativa y la latencia hacia servicios críticos —como plataformas en la nube— se disparó en toda la península ibérica.
Aunque muchas estaciones base disponen en teoría de sistemas de respaldo energético mediante baterías, en la práctica esta protección no está garantizada de forma uniforme en toda la red. La prolongada estabilidad del suministro eléctrico en la Península ha generado una cierta complacencia entre operadores y empresas gestoras de infraestructuras, que han relegado a un segundo plano las inversiones en resiliencia.
La combinación del aumento de costes —especialmente en equipamiento como las baterías—, su exposición a robos y las restricciones presupuestarias asociadas a la rentabilidad, ha hecho que numerosos emplazamientos queden desprotegidos ante fallos de red. En muchos de ellos, catalogados como de baja prioridad, la reposición de sistemas de respaldo no se ejecuta, incluso tras solicitudes expresas. Este escenario contribuye a que determinadas áreas queden completamente desconectadas durante emergencias, justo cuando la conectividad resulta más crítica.
Degradación crítica de la red móvil

Durante las primeras horas del día, el funcionamiento de las redes móviles se mantuvo estable. Sin embargo, a medida que avanzaba la jornada y las baterías de reserva en las estaciones base se iban agotando, la conectividad sufrió un deterioro rápido y sostenido. En España, el porcentaje de usuarios con una conexión mínima estable (5 Mbps de descarga y 1 Mbps de subida) cayó del 90 % a las 9:00 CET al 50 % al mediodía, alcanzando su punto más bajo —un 40 %— hacia las 15:00. En Portugal, la degradación fue incluso más pronunciada, situándose por debajo del 40 % ya a las 14:00.
Las velocidades medianas de descarga también reflejan la envergadura del problema. En España, se registró un descenso del 73 % respecto al día anterior, con caídas superiores al 85 % en comunidades como la Valenciana, Galicia, Andalucía y Murcia. En el caso portugués, la disminución fue del 75 % a nivel nacional, con máximos de hasta el 90 % en las regiones del litoral norte y centro, como Braga, Oporto y Santarém.
Rendimiento dispar entre operadores

A pesar del colapso generalizado, se observaron diferencias notables entre los operadores. En España, Movistar mostró un rendimiento relativamente más robusto en condiciones adversas, con velocidades de descarga y subida en el percentil 10 de 1,01 Mbps y 0,30 Mbps, respectivamente, así como una latencia de 190 milisegundos. Orange ofreció resultados similares, aunque ligeramente inferiores. Por el contrario, Yoigo y Vodafone experimentaron los mayores descensos en calidad de servicio.
En Portugal, Vodafone fue el único operador que mantuvo velocidades medianas de descarga por encima de los 30 Mbps (31,58 Mbps), frente a los 20,79 Mbps de MEO y los 19,07 Mbps de NOS. Este resultado supone una inversión del patrón habitual en el país, donde NOS lidera históricamente en rendimiento. Vodafone también destacó por su menor latencia, tanto en valores medianos como en el percentil inferior.
Regiones periféricas, las más afectadas

La distribución geográfica del impacto revela diferencias significativas entre zonas periféricas y centrales. En España, las regiones más cercanas a la costa y las fronteras —como Galicia, la Comunidad Valenciana y Andalucía— sufrieron caídas superiores al 85 %, mientras que las áreas del interior, como Castilla-La Mancha, Castilla y León y Madrid, experimentaron un descenso más moderado, en torno al 60 %. En general, la recuperación del servicio siguió de cerca la reactivación progresiva del suministro eléctrico.
En Portugal, la franja atlántica desde el norte hasta el centro fue la más golpeada, mientras que las zonas interiores, especialmente las áreas montañosas del este, presentaron descensos más suaves. Esto podría estar relacionado con medidas de refuerzo previas en estas regiones, impulsadas por la necesidad de garantizar comunicaciones ante emergencias como los incendios forestales.
Experiencia de usuario y fallos totales de servicio

Más allá de la pérdida de velocidad, los datos de Speedtest reflejan una degradación generalizada de la experiencia de usuario (QoE). Los tiempos de carga de páginas web aumentaron más del 20 % en España y más del 27 % en Portugal, donde el acceso seguía siendo posible. El número de usuarios que pudieron acceder a servicios de streaming en alta definición se redujo de forma sustancial. Asimismo, la latencia hacia servicios esenciales —como servidores de juegos, almacenamiento en la nube o videollamadas— aumentó notablemente, dificultando su uso.
En muchos casos, los usuarios quedaron completamente desconectados, sin acceso a datos móviles ni posibilidad de realizar llamadas o enviar mensajes. Este escenario quedó reflejado en el número sin precedentes de pruebas de velocidad incompletas o fallidas registradas el 28 de abril, así como en el patrón de notificaciones recogidas por Downdetector: tras un pico inicial coincidiendo con el inicio del apagón, las alertas disminuyeron por la incapacidad de los usuarios para reportar incidencias, y volvieron a repuntar al final del día, cuando se recuperó parcialmente la conectividad.
Un déficit estructural en los sistemas de respaldo
Uno de los factores clave que explica el colapso de las redes móviles fue la baja penetración de soluciones de alimentación de emergencia en las estaciones base. En la mayoría de los emplazamientos, las baterías ofrecieron apenas unas horas de autonomía, y los generadores estacionarios eran escasos y desigualmente distribuidos. La sobrecarga adicional derivada de la migración de usuarios hacia antenas operativas y del uso de redes móviles como sustituto del internet fijo incrementó aún más la presión sobre la infraestructura disponible.
El evento pone de manifiesto una debilidad estructural del sistema de telecomunicaciones ibérico: la escasa preparación frente a contingencias eléctricas generalizadas. A diferencia de otros países, España y Portugal carecen de normativas que obliguen a los operadores a mantener un mínimo de horas de servicio tras un corte eléctrico.
Referencias internacionales: modelos regulatorios más exigentes
Algunos países europeos han adoptado enfoques normativos más estrictos. En Noruega, la Autoridad Nacional de Comunicaciones (NKOM) exige a los operadores garantizar un mínimo de horas de servicio tras un apagón, lo que ha incentivado la instalación de sistemas de respaldo más robustos. En Finlandia, la Agencia de Transporte y Comunicaciones (Traficom) aplica medidas similares. Fuera de Europa, Australia ha implementado un programa de “refuerzo de redes móviles” con financiación pública para equipar más de 460 estaciones con respaldo eléctrico de hasta 12 horas.
Estos modelos muestran que es posible reforzar la resiliencia del sistema mediante mecanismos regulatorios y subvenciones específicas, algo que hasta la fecha no se ha desarrollado de forma equivalente en la Península Ibérica.
Replanteamiento de la resiliencia en las telecomunicaciones
El apagón del 28 de abril actuó como una señal de alarma para el sector de las telecomunicaciones. Más allá del colapso momentáneo, el evento dejó al descubierto carencias estructurales que podrían repetirse ante futuras crisis eléctricas, sean de origen climático, técnico o humano. La simultaneidad de la caída en dos países y en todos los operadores resalta la necesidad de una revisión profunda de los planes de contingencia y de la infraestructura de respaldo del sector.
Las métricas recogidas el día del suceso alcanzaron máximos históricos tanto en número de pruebas de velocidad como en incidencias reportadas, subrayando el nivel de disrupción sufrido por los usuarios. La cuestión de la resiliencia deja de ser teórica: ya tiene consecuencias reales sobre la calidad del servicio y la continuidad operativa en situaciones de emergencia.