
Editor en La Ecuación Digital. Consultor de Innovación y Estrategia…
En el marco del DigitalES Summit 2025, representantes de la Comisión Europea, la industria tecnológica y centros de estudios estratégicos abordaron el debate sobre la competitividad de Europa en el ámbito digital, centrando la atención en su capacidad para sostener sus valores regulatorios sin comprometer su posición global frente a potencias como Estados Unidos o China.
La mesa redonda reunió a Carlota Reyners (Comisión Europea), Patricia Urbez (Fujitsu), Ignacio Gallego (Nokia) y Judith Arnal (Real Instituto Elcano), moderados por la periodista Marimar Jiménez (El País/Cinco Días).
La discusión partió de un diagnóstico compartido: Europa ha perdido peso en el ecosistema tecnológico mundial. Entre 2013 y 2023, su participación en los ingresos globales del sector cayó del 22 % al 18 %, mientras que EE. UU. y China aumentaron su cuota al 38 % y 11 % respectivamente. A esto se suma la elevada dependencia de proveedores externos en ámbitos estratégicos como la nube —donde tres compañías estadounidenses concentran más del 70 % del mercado europeo— y la inteligencia artificial, donde Europa produjo solo tres modelos relevantes en 2024 frente a los 40 de Estados Unidos, según datos de la Universidad de Stanford. Además, el Tribunal de Cuentas de la Unión Europea ha cuestionado la viabilidad de alcanzar el objetivo de producir el 20 % de los semiconductores mundiales en 2030.
Una regulación fragmentada y difícil de implementar
Desde la Dirección General de Competencia de la Comisión Europea, Carlota Reyners defendió el papel de la política de competencia como herramienta para impulsar la transformación digital sin descuidar los principios fundacionales del mercado único. Reyners destacó que la institución ha intensificado la vigilancia sobre operaciones de concentración y colaboraciones tecnológicas relevantes, como los acuerdos entre Microsoft y OpenAI o Inflection, para evaluar su impacto en la competencia y la innovación.

Asimismo, mencionó los Proyectos Importantes de Interés Común Europeo (IPCEI), como el lanzado en 2024 sobre infraestructuras en la nube, en el que España participa. La Comisión, señaló Reyners, trabaja también en aplicar de forma ágil la Ley de Mercados Digitales (DMA) y adaptar el marco normativo a los nuevos retos del mercado y la geopolítica.
Judith Arnal, investigadora del Real Instituto Elcano, coincidió en la importancia de la regulación como factor de estabilidad, aunque advirtió sobre los riesgos de una implementación dispar o excesivamente compleja. Ejemplificó con el Reglamento de Inteligencia Artificial de la UE, señalando que la falta de claridad en las guías interpretativas ha generado inseguridad jurídica en sectores como el financiero. Además, subrayó el fenómeno del gold plating, cuando los Estados miembros sobreinterpretan las normas europeas, como el caso de una comunidad autónoma española que ha legislado en IA por su cuenta, contradiciendo el objetivo de armonización.

Conectividad y escala: condiciones para competir
Ignacio Gallego, presidente de Nokia España, centró su intervención en los riesgos de fragmentación del mercado europeo de las telecomunicaciones. Comparó el número de usuarios por red móvil: Europa registra una media inferior a 5 millones, frente a los más de 400 millones por red en China. Esta dispersión —argumentó— impide generar escala suficiente para invertir en innovación y competir globalmente.
Gallego defendió la necesidad de avanzar hacia un mercado único europeo de telecomunicaciones, una gestión unificada del espectro radioeléctrico y una consolidación racional del sector, siempre bajo mecanismos que protejan la competencia sin desincentivar la inversión. También puso en valor el papel de los proveedores europeos en 5G y la industria de defensa, destacando la relevancia de herramientas como el 5G Toolbox.

Compra pública innovadora: una herramienta infrautilizada
Desde la perspectiva del sector público, Patricia Urbez, directora general de Fujitsu España, abogó por el uso estratégico de la contratación pública —que representa un 14 % del PIB europeo— como palanca para orientar la demanda hacia sectores críticos. Reivindicó el papel de la compra pública innovadora como mecanismo para identificar necesidades aún no cubiertas por el mercado y estimular soluciones tecnológicas avanzadas. Este enfoque fomenta la colaboración entre administraciones y empresas, y permite desarrollar capacidades propias sin vulnerar los principios del libre mercado.
Urbez recalcó que esta herramienta no solo permite al sector público “corregir fallos de mercado”, sino también “dar forma al mercado” en términos de soberanía tecnológica y desarrollo industrial.
Infraestructuras críticas: cables y satélites bajo presión
Otro de los temas abordados fue la vulnerabilidad de las infraestructuras críticas europeas. Reyners reconoció la dependencia en comunicaciones satelitales y cables submarinos, subrayando la necesidad de reforzar su seguridad y soberanía. Alertó sobre incidentes como los ataques a cables en el mar Báltico o la dependencia de servicios como Starlink en escenarios bélicos.
La Comisión ha comenzado a tomar medidas concretas: se ha aprobado el programa IRIS² para comunicaciones gubernamentales con cifrado cuántico; se han destinado fondos del programa Horizonte Europa y del fondo Cassini a financiar capacidades satelitales y startups espaciales; y se ha publicado un Plan de Acción para la seguridad de cables submarinos, junto con una recomendación para mejorar la resiliencia de estas infraestructuras.
Consolidación de operadores: entre competencia y capacidad de inversión
La consolidación del sector de telecomunicaciones en Europa fue objeto de análisis específico. Gallego planteó que el modelo actual —con múltiples operadores por país— limita severamente la inversión en redes y nuevas tecnologías. En comparación con mercados más integrados como el estadounidense o el chino, Europa opera con estructuras demasiado fragmentadas, lo que impide competir a escala global.
La Comisión, representada por Reyners, reconoció este desafío y explicó que se están revisando las directrices sobre control de concentraciones, con el fin de valorar mejor las eficiencias generadas por ciertas fusiones, siempre que no perjudiquen al consumidor ni limiten la innovación. Se trata de buscar un equilibrio entre escala, competencia efectiva y dinamismo empresarial.
Alianzas tecnológicas alineadas con los valores europeos
Patricia Urbez planteó la cuestión de qué socios internacionales pueden colaborar con Europa sin poner en riesgo su soberanía tecnológica. Señaló a Japón como ejemplo de país con el que la UE ya mantiene un acuerdo de asociación digital, firmado en 2022, que cubre ámbitos como IA, ciberseguridad, identidad digital o computación cuántica. Este tipo de colaboraciones, explicó, se basan en principios comunes como la protección del individuo —frente al modelo estadounidense centrado en el mercado o el chino basado en el Estado—.

Urbez también citó a Canadá y Australia como socios potenciales con sistemas democráticos compatibles y legislaciones alineadas con los estándares europeos de protección de datos y gobernanza digital.
Autonomía estratégica abierta: entre dependencia y apalancamiento
Judith Arnal defendió una visión pragmática de la autonomía estratégica, que no pase por repatriar toda la cadena de suministro, sino por identificar los eslabones donde Europa es clave para terceros. Citó el caso de los semiconductores como ejemplo de segmento en el que la UE tiene un papel estratégico —en equipamiento, litografía y materiales específicos— y debería reforzar su posición.
Esta estrategia implica reconocer tanto las dependencias externas como las que terceros países tienen de Europa. Arnal abogó por una autonomía estratégica “abierta”, en la que la cooperación internacional y el libre mercado no se excluyan, sino que se complementen con mecanismos de protección selectiva y políticas industriales orientadas.
De digitalizar la industria a industrializar la digitalización
Un giro conceptual destacado fue la propuesta de Arnal de sustituir el enfoque de “digitalizar la industria” por el de “industrializar la digitalización”. Según explicó, Europa ha sido tradicionalmente fuerte en industrias como la automoción o la farmacéutica, pero no ha conseguido que las tecnologías digitales —desde IA hasta computación en la nube— estructuren su tejido económico.
Esto requeriría reformas estructurales a nivel nacional, coordinación entre Estados miembros y una relación más estrecha entre investigación, academia y empresas, de modo que los desarrollos tecnológicos salgan del laboratorio y se traduzcan en productos y servicios reales en el mercado.
Conclusiones finales
En los minutos finales, los participantes sintetizaron sus mensajes clave. Ignacio Gallego insistió en la importancia de la escala: “El tamaño importa”, dijo, refiriéndose a la necesidad de consolidar operadores y simplificar el marco normativo. Patricia Urbez remarcó que sin soberanía tecnológica, Europa será vulnerable, y que la contratación pública y las alianzas seguras serán esenciales. Judith Arnal subrayó que no habrá autonomía estratégica sin libre mercado y llamó a Europa a identificar sus fortalezas en la cadena global de valor. Carlota Reyners concluyó que el mercado único debe fortalecerse y que la política de competencia puede ser una palanca útil si se adapta a los nuevos desafíos.